Diario de Valladolid

GIMNASIA RÍTMICA / ANDREA FELIPE GÓMEZ

El tapiz de los sueños

La joven gimnasta de 15 años nació sin una mano a causa de una agenesia, algo que no la ha impedido disfrutar de la gimnasia rítmica en el CAD y del voleibol en el equipo de su colegio

Andrea Felipe posa con un aro en elPilar Fernández Valderrama, donde entrena.-J.M.LOSTAU

Andrea Felipe posa con un aro en elPilar Fernández Valderrama, donde entrena.-J.M.LOSTAU

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Guillermo Sanz

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Valladolid ha sido la cuna en la que se han mecido grandes reinas del tapiz como Sonia Conde, Débora Alonso, Alba Caride, Ana María Pelaz o Silvia Yustos. Sin embargo detrás de la luz de los grandes focos también duermen las estrellas; una de ellas brilla con luz propia. Tal vez sus éxitos deportivos no abran un telediario, pero los quilates de sus medallas cotizan a precio de platino. Su nombre: Andrea Felipe Gómez.

La vallisoletana aún no ha cumplido 16 años y ya se ha convertido en una maestra capaz de dar una lección de vida. Lo hace con la naturalidad de una niña, sin saber que tiene un don para inspirar. La joven gimnasta nació con agenesia (una enfermedad que afecta a uno de 400.000 niños). Su mano derecha no se desarrolló y no la ha hecho falta para derribar muros a golpe de maza... o de aro, de cuerda, de cinta o de pelota, herramientas con las que se ha construido su palacio en el tapiz de los sueños.

Con sólo seis años decidió dar un paso al frente y abrir la puerta del deporte. «Mis amigas se apuntaron y yo también quería. No sabía muy bien lo que me iba a encontrar ni que me iba a gustar tanto», confiesa la gimnasta, que encontró en casa dos pilares en los que sujetar su sueño: sus padres. «Planteamos desde el principio que nuestra hija es una más. Es importante que lo supiera, pero sin pensar que no habría impedimentos», confiesa Beni, su madre. Andrea Felipe destila estilo y la elegancia con la soltura con la que se destilaba el bourbon en los alambiques clandestinos en plena ley seca. Lo llevaba dentro. «Se adaptó muy bien, nos sorprendió a todos», recuerda Jerónimo, su padre.

El refranero popular dice que todos los caminos conducen a Roma. Lo que no dice es que en ocasiones hay que buscar en el GPS una ruta alternativa. La de Andrea Felipe pasaba por adaptar los ejercicios a su condición. «Si no puedo hacer algo siempre hay quien me ayude o encontramos un método para poder hacerlo», una fórmula tan sencilla como efectiva. Así, bien en el colegio Jesús y María o en los Cursos de Actividad Deportiva (CAD) de la Fundación Municipal de Deportes ha sido capaz de demostrar que las limitaciones se borran con imaginación e ilusión. Para ejemplo, un capítulo imprescindible de leer en una bonita historia; un episodio ambientado en un campeonato local, donde consiguió una medalla de plata en individual. Algunos de los jueces no se dieron cuenta de que faltaba una mano. Las barreras invisibles quedaron hechas pedazos. Una medalla a nivel de juegos escolares pueden tener el sabor de un oro olímpico igual que una gota de agua puede tener el bouquet del mejor de los vinos si se está en un desierto.

La ilusión de Andrea Felipe, la ayuda de sus compañeras, la motivación de sus entrenadoras (Mar, Natalia y Verónica) y el respaldo de sus padres han permitido a la gimnasta borrar el ‘No se puede’ de su vocabulario y disfrutar como la joven que es de sus minutos en el tapiz: «Lo que más me gusta es acompasar el deporte con la música. El voleibol (deporte que también practica) es más técnico y la gimnasia más expresiva», asegura Andrea, que admite que «la cinta me parece lo más bonito, pero el aro es lo que mejor manejo».

Andrea Felipe nunca ha dado el salto a un club. Prefirió continuar en el CAD con sus amigas, donde disfruta de un deporte en el que fue reconocida en la gala autonómica de gimnasia rítmica celebrada en Zamora con el Premio al Esfuerzo y la Dedicación. El futuro sobre el tapiz duerme entre interrogantes, pero la vallisoletana no descarta seguir su camino como entrenadora. «Ha tenido entrenadoras que la han motivado tanto que por eso creo que tiene interés», confiesa Jerónimo.

Andrea decidió el año pasado sumar un nuevo elemento a su cartera. Cuando deja la pelota coge el balón de voleibol para jugar en el equipo de su colegio. «Lo propusieron en el colegio y siempre me había llamado la atención», admite. Las dudas ya no eran invitadas en su casa: «Nunca ha dicho no a hacer algo porque no lo pueda hacer», asegura Beni. «Al principio creías que iba a tener hándicaps, pero luego la ves jugar y es de las mejores», celebra su padre.

Jerónimo y Beni han ayudado a escribir el guión de la vida de Andrea. Lo han hecho de la mejor manera posible: dándola libertad creativa. «Internamente teníamos dudas, pero para nosotros era más importante que fuera una más. Que lo intente, que haga deporte y sea una más. Poner límites antes de tiempo es una tontería», asegura su madre. Un discurso subrayado por su padre: «Hay que dejarles volar y no ponerles limitaciones», afirma. La voz protagonista, la de Andrea, también lo tiene claro: «Los límites no tienen que ponerlos los padres, los límites te les pones tú»... y su límite aún no se ve ni a vista de pájaro.

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