Diario de Valladolid

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EL PALENTINO Pablo Casado ya no tiene vuelta atrás. De momento va a elegir lo que no quisiera por talante: a los amigos y enemigos del futuro. Lo cierto es que, sin presentarse y tan lejos de Palencia, será elegido o rechazado por los andaluces el próximo domingo. Delicado asunto. Muchos están tan cabreados con la herencia de Rajoy y con el blanqueo de tanta gente por las buenas, que, a la hora de votar, dudan si es hijo del Registrador de la Propiedad o de la revolución pendiente del PP.

Con su propuesta del lunes –el retorno al Estado de las competencias en Educación que ya había pedido Vox con antelación– la ha liado fuera y dentro. A Herrera no le ha gustado un pelo y, como se marcha, lo ha dicho. Promesa o decisión, hay que cocinarla bien porque tiene fritos a gran parte del electorado. También la sanidad, la justicia, la inmigración o la ley electoral. Pregunta inquietante y sencilla: ¿estamos ante un nuevo brindis al sol?

Es lo que tiene haber aparcado tantos coches en el desguace de Génova 13. Y es el hándicap que tiene, ay, haber mandado en tantas autonomías –por ejemplo en Galicia, en Baleares, en Valencia, o en Cataluña durante la aplicación del 155–, y haberse pasado al enemigo conociendo, primero, la verdad y , segundo, distorsionándola a continuación. Era mucho más cómodo y barato lo segundo, que conducir en la buena dirección.

¿Qué pasará el domingo? Pues que rodarán cabezas porque la mayonesa, como decía la Serona de mi pueblo, se ha cortado y no hay Dios quien la arregle, ni siquiera con una túrmix industrial. El palentino, por tanto, se juega su credibilidad y con él la mayoría de las credibilidades del PP. Incluido en Castilla y León que tiene el electorado más fiel, el menos rencoroso y, educacionalmente, el más preparado de la democracia, según todos los estándares europeos.

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