Diario de Valladolid

DON BOSCO

Goles en la Torre de Babel

El club de los Pajarillos cuenta en sus filas con jugadores de 17 nacionalidades diferentes procedentes de cuatro continentes / Marruecos es el país más representado, con 25 jugadores de los 49 niños extranjeros

Jugadores de diferentes nacionalidades posan con las banderas y las equipaciones de sus países en los campos del Don Bosco.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Jugadores de diferentes nacionalidades posan con las banderas y las equipaciones de sus países en los campos del Don Bosco.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

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Guillermo Sanz

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En el libro de Génesis del Antiguo Testamento, Dios castigó al hombre por construir la Torre de Babel, exponiéndolo a la diversidad de las lenguas. El entendimiento mutuo se convirtió desde entonces en un laberinto lingüístico del que encontró salida un idioma universal: el fútbol. El balón no pide pasaportes, rompe las fronteras. Cuando empieza a rodar sobre el tapete verde el entendimiento no precisa de fonemas y la muestra de ello está en el barrio de Pajarillos, donde la bandera del Don Bosco se confunde con la de la ONU, acogiendo a pequeños embajadores con botas de taco.

Cuatro continentes (África, Asia, América y Europa) dibujan el mapa del Don Bosco, que cuenta en sus filas con jugadores de 17 nacionalidades diferentes. Marruecos (con 25 jugadores la nación más representada), Bolivia, Perú, Paraguay, Brasil, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Uruguay, Siria, Bulgaria, Rumanía, Bangladesh, Rusia, Nigeria, Guinea y, por supuesto España, son algunos de las naciones que pintan las líneas de los campos de Pajarillos con el color de la multiculturalidad. En total, medio centenar de jugadores pasaron las puertas de la frontera de España, o lo que es lo mismo, el 20% de los jóvenes que defienden los colores del Don Bosco (240 en total).

«Aquí nos da igual la nacionalidad, la etnia, la religión o el sexo. Estamos aquí por los niños, para que practiquen fútbol y se diviertan. Nos da igual que sean buenos o malos», asegura Nuria Nieto, secretaria de un Don Bosco que tiene la puerta abierta a todo aquel que quiera jugar; momento en el que los idiomas o las nacionalidades dejan de levantar una frontera, como asegura: «Nunca hay ningún problema. Al principio, por el idioma, les cuesta un poco más, pero cuando les das un balón se entienden perfectamente. Aquí están acostumbrados a que haya gente de todos los sitios», celebra. Precisamente, conocer por propia experiencia esa sensación de estar lejos de tu país, de tu ciudad o de tu barrio permite que la aclimatación de los nuevos sea más natural. «Da igual de donde vengan. Les acogemos entre todos», asegura Nuria Nieto.

No hay ningún equipo del Don Bosco que no cuente con un jugador foráneo. Algunos, como el cadete, cuentan incluso con hasta cuatro fichas. Pero ¿Dónde tiene las raíces este crisol de culturas en los campos del Don Bosco? Para encontrar la respuesta hay que tirar de hemeroteca. El fin del poblado de la Esperanza, el supermercado de la droga en Valladolid, dio un aire nuevo a los Pajarillos. La imagen del barrio comenzó a limpiarse y eso llevó a la zona a nuevas familias jóvenes, españolas y migrantes, que comenzaron a llevar a sus hijos al Don Bosco. El crecimiento desde entonces fue exponencial. De ser unos pocos niños los que jugaban al fútbol pared con pared con la droga a ser, con 240, uno de los más populares de la ciudad de Valladolid.

Que el fútbol sea un vehículo para viajar hacia la integración es una máxima que el Don Bosco lleva grabada a fuego en su ADN. Un club de barrio que trabaja por el barrio. Lo hizo en sus comienzos, cuando muchos niños de la época encontraron sobre el césped una manera de regatear a la droga que circulaba por el barrio y lo continúa haciendo ahora. El timón del proyecto liderado desde hace décadas por Demetrio Nieto, presidente del club, ha girado lo justo para seguir por otra ruta, pero en el mismo rumbo.

La heroína ya no vive en los aledaños de los campos, pero hacer del fútbol un refugio para aquel que lo necesite sigue siendo un resultado ganador en un club que prefiere una victoria en la sociedad que una en un marcador. Como ejemplo están los niños sirios, nigerianos y guineanos que desde hace tres años entrenan sobre el tapiz verde de Pajarillos gracias a una iniciativa que surgió desde ACCEM, una propuesta que encontró las puertas abiertas en las oficinas de la calle Pajarillos. «Nos llamaron y les dijimos que vinieran. No es nada extraño para nosotros», explica Nieto, que añade: «Se les pone una sonrisa enorme, que falta les hace». Escapar de los horrores de la guerra es un mal trago que se pasa mejor con el fútbol. Aunque no puedan competir al no tener documentación, los niños de ACCEM son uno más en cada entrenamiento.

Esta manera de entender el fútbol como un deporte para todos es una filosofía que el club también defiende en ‘casa’, acogiendo en sus equipos a jóvenes de centros como Juan Soñador, José Montero o Zambrana: «Somos un club de inserción social. Claro que nos gusta ganar, pero no lo es todo. Yo prefiero ver los campos llenos de niños todos los días». Objetivo cumplido en el patio de recreo de la Torre de Babel de Valladolid.

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