Diario de Valladolid

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LA guerra de los másteres amenaza ya al propio presidente Pedro Sánchez, si se confirma que plagió su tesis de doctorado en Economía donde obtuvo la máxima nota. Pues que dimita si está metido en ese «lodazal» de los títulos que él denuncia. Como debería haberlo hecho ya el líder del PP Pablo Casado, que estaría imputado por un caso similar a la ministra Carmen Montón si no fuera diputado (por Ávila, recuerden).

Engaños, ocultaciones, plagios… títulos regalados a políticos que asumen tratos de favor y condiciones ventajosas frente al ciudadano de a pie. ¡Que se vayan!

Que se vayan y que en la agenda de los que queden primen de una vez los problemas más importantes de la gente. A la jauría de quienes cada día soportan peor que se echara al gobierno de un partido corrupto hay que responderles con firmeza en la subida de las pensiones, con la recuperación de sus recortes en sanidad, educación y dependencia, con la recuperación del poder adquisitivo de los salarios de miseria y con la supresión de las leyes más injustas.

Que nadie olvide que los 2.000 empleos que están en juego en León por la codicia de Vestas no sólo se debe a la infamia de la multinacional, sino a la facilidad de una reforma laboral que deja indefensos a los trabajadores porque retira la potestad de la Administración de impedir un ERE de estas características. Y ahí debería entrar la coherencia de un Gobierno que prometió revisar la humillante reforma de Rajoy para los más vulnerables.

Pero estamos ayunos de coherencia. El alcalde de Valladolid apoya una moción sobre laicidad y permite que un crucifijo de Cristo presida los plenos. Herrera quiere más dinero del Estado para servicios esenciales pero su ideología le impide apoyar que se suavice el déficit o asumir más impuestos para los ricos. Se piensa más en los resultados electorales o en la disciplina partidista que en el ciudadano.

Hay que prepararse para el otoño más caliente e incierto. La llamada clase política antepondrá sus agendas electoralistas sobre las preocupaciones ciudadanas. Hoy toca hablar de másteres; mañana, de lazos; pasado, del arrogante independentismo.

Y mientras, vemos cómo una Europa insolidaria gana peso al identificar criminalidad con inmigración. Perdemos soberanía en un continente sin identidad social. ¿Será capaz este débil Gobierno de erigirse en ese ejemplar Ejecutivo que devuelva esperanza e ilusión a una Unión Europea sin rumbo?

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