Diario de Valladolid

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ESTOS días se ha podido comprobar estadísticamente lo que se intuye al recorrer los pueblos y ciudades de Castilla y León durante el verano, el importante aumento de los visitantes. El conocido como turismo de interior sigue cotizando al alza, en número de usuarios y en incremento de los beneficios que deja en los negocios que directa o indirectamente mejoran sus ingresos gracias a los turistas. La playa no es ya el único reclamo para iniciar un viaje y cada vez más personas optan por dedicar todas sus vacaciones o una parte de ellas a visitar lugares atraídos por el patrimonio arquitectónico, cultural, paisajístico, gastronómico… todos esos factores de los que la Comunidad tiene en abundancia y con una variedad envidiable.

Es difícil resistirse a la tentación de parar en cualquier pueblo cuando se recorren las carreteras regionales y provinciales. El más insospechado te sorprende con una muestra arquitectónica religiosa o civil impresionante y en algunos de ellos uno tiene la sensación de ser un ‘descubridor’, porque aparte de un cartel en la carretera indicando la existencia del monumento es difícil encontrar una llamada a visitar el lugar, por lo que solo se ve si la casualidad te hace recorrer esa pequeña carretera.

Recuerdo una visita a un pueblo de Burgos cuyo nombre quisiera recordar pero ahora no me es posible, donde vivían cuatro o cinco personas. La iglesia románica que presidía el lugar desde lo alto exigía visita. La sorpresa fue ver que tras sus sólidos muros se escondía el expolio e incluso en el interior de la iglesia abierta y abandonada se podían encontrar huesos humanos de las sepulturas que bajo el suelo del templo habían sido profanadas. Esta semana, en un despoblado soriano ha desaparecido el arco de la puerta y la cruz de la ermita de La Mercadera. Desgraciadamente, los expolios continuarán, aunque afortunadamente ya no los que se hacían con parabienes legales como los que obligan a que las pinturas de la joya mozárabe de San Baudelio de Casillas de Berlanga (Soria) estén repartidas por museos de Boston, Indianápolis, Nueva York o el Prado de Madrid.

Esa riqueza patrimonial tiene un mantenimiento caro y a veces el abandono es una tentación grande, pero convendría no olvidar que tira del turismo de interior, que también trae dinero. Es necesario invertir para conservar y mejorar esa riqueza interior que hace a Castilla y León tan atractiva.

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