Diario de Valladolid

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DADO que, al menos de momento, la democracia no ha encontrado en sí misma (venga, un poco de autocrítica, maja…) una maquinaria mejor para expandir sus efectos que eso que llaman partidos, será difícil sustraerse durante estos últimos días de julio de la pugna suscitada entre los populares, y ya resuelta, en la comprometida búsqueda de su nuevo mesías.

Palencia, bajo la teresiana intercesión de su logrado escaño en Ávila, ha emergido en el mapa político, gracias al triunfo de Pablo Casado (un apellido que ahorra la pregunta sobre su estado civil) sobre Sáenz de Santamaría, vallisoletana. Entre ambos era la pugna. Hombre contra mujer, bajo unas mismas siglas y un diverso maquillaje, conforme la dicotomía que creó, tan tontamente, la propia Soraya cuando expresó que era la hora de que al PP la liderara una mujer. Ahora incluso las no feministas se empeñan en decir cosas así, como si el género provocara per se una supremacía de fábrica.

Con su habitual rigidez, inscripciones marginales incluidas, el registrador Rajoy ha cedido el paso. El stop de la moción de censura ha frenado en seco… su recalcitrante inmovilismo. Pese a su profesión, en la que el tiempo es clave e incluso se nombra en el lema hipotecario, el gallego permanece criogenizado en su inacción. No está lejos de ofrecernos la clave genética de la eternidad.

Si a Casado será difícil vincularlo con el franquismo, dada la represión y presidio que sufrió su abuelo, la asociación de imágenes de Maíllo, falso Viriato, nos conduce inevitablemente a un repartidor de pizzas, subalterno de la lidia política sin más mérito que la servidumbre ciega por encima de cualquier otra perspectiva. Hundida la vicaria marianista, el de Zamora quizá goce de una posición acorde con sus méritos: horizontal sobre una toalla, en la playa de los Pelambres, en la margen contraria a la bella catedral ubicada a orillas del Duero. Aunque, quién sabe…

Casado tiene pendiente un máster: el de eliminar méritos superfluos del currículo. Para ser líder sobra la frivolidad de esos diplomas que en las llamadas derechas e izquierdas tanto molan para creerse más listos. Como si no lo demostraran suficientemente viviendo la de la política.

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