Ideologías hipotecadas

TODOS sabemos lo crueles que pueden llegar a ser las ejecuciones hipotecarias. Pero quizá no hemos reflexionado lo suficiente sobre lo que pueden llegar a ser, y son, las ejecuciones ideológicas. Esos mandatos del ven y sígueme y deja que yo vaya decidiendo por ti. Personalmente no tengo ningún problema en que Pablo e Irene (son nombres simulados, pues la pareja real no desea que se conozca su identidad) hayan adquirido una mansión en la sierra madrileña, entidad financiera mediante. Me preocupa, seriamente, la salud emocional de sus seguidores.

Dar a luz un partido político dirigido a captar el voto del común de los ciudadanos frustrados y antisistema fue un acierto de estrategia. Mantenerlos como adeptos será algo más complicado, pero lo conseguirán. No es tan difícil. Ante la notoria incongruencia (principio procesal que se exige a los jueces en sus sentencias) de su actuar, Pablo e Irene necesitan elevar las dosis de ideología.

Y como no hay ideología sin demagogia, se trata ahora de preguntarse qué persona sensata puede impedir formar una familia y adquirir un inmueble que sirva de hogar para los papás y los polluelos. Claro, hombre, quién puede criticar tan racional y razonable apuesta de perpetuación, con vistas a la sierra y con una piscina donde puedan aprender, bajo supervisión directa, a nadar.

A mis padres les valió con 80 metros cuadrados para que mis tres hermanos y yo creciéramos y fuéramos educados sin problemas, con un sueldo de funcionario, y siempre en centros de enseñanza pública. Claro que mis padres nunca fueron antisistema, ni vieron en la banca el peor de los enemigos del malvado capitalismo.

Mis padres nos educaron en el respeto a los demás, empezando por nosotros mismos. Nos enseñaron que hay que ser coherentes, no para demostrar nada, sino como el actuar natural de quien es conocedor de qué argumentos otorgan sentido a la vida.

Vivieron con honradez, así que nunca nos convocaron a un referéndum para saber si estábamos de acuerdo con sus decisiones.