Diario de Valladolid

ADOLFO ALONSO ARES

Castilla y León: un formidable territorio

El autor asegura que la Comunidad está necesitada de emprendedores sagaces que sean capaces de ofrecer más productos, planteamientos y servicios, de extraordinaria calidad, a los mercados globalizados

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La comunidad de Castilla y León se configura en una superficie de más de noventa y cuatro mil kilómetros cuadrados y casi dos millones y medio de habitantes y si esto lo comparamos con otras comunidades limítrofes nos daremos cuenta de la gran diferencia poblacional de la España en la que vivimos.

El País Vasco limita con nosotros en el norte de Burgos y si cotejamos la superficie y número de habitantes de ambas comunidades, nos daremos cuenta enseguida de que existen notables diferencias; pues la extensión de esta segunda comunidad es catorce veces menor que la de la nuestra y sin embargo allí viven algo más de dos millones de habitantes.

En las limítrofes de Asturias y Galicia también ocurre algo parecido. Asturias, en una sola provincia, tiene la mitad de habitantes que la nuestra con nueve. Y Galicia, con cuatro provincias, nos adelanta en nada menos que en doscientos mil habitantes.

Eso es notorio y peculiar, porque simboliza la irregularidad poblacional y por lo tanto industrial, económica, investigadora, de infraestructuras y por ende en casi todo.

Pero eso es lógico, porque construir toda una amalgama de servicios y confort, pensados para el ser humano, tiene, en esas comunidades adyacentes, un coste considerablemente inferior, dadas las superficies y su relación poblacional y eso contrasta directamente con lo nuestro.

Hemos conseguido crear, afortunadamente, un entramado razonable de infraestructuras que inciden e incidirán en el progreso y plenitud de nuestros espacios y comarcas.

Haciendo con ello una parábola, seríamos los castellanos y leoneses el equivalente a una familia que posee una casa de campo amplísima y una finca espectacular que la rodea y que la acoge, con palomares, graneros y caminos; donde fluye la abundancia otorgada en el poso que va dejando el tiempo y la creatividad y firmeza de las generaciones que sucesivamente la habitamos. Y aunque nos queda mucho por hacer, naturalmente lo haremos. Actualizaremos y cultivaremos esos campos para incidir en cada una de las acotaciones que emergen vivas en el panorama actual.

Y la comunidad Vasca sería comparable a un apartamento, en el centro neurálgico de una ciudad, que posee una terraza para desayunar los domingos. Naturalmente la superficie de que dispone se representa de modo diferente a lo nuestro, ni peor ni mejor, simplemente distinto.

Los castellanos y leoneses hemos de labrar con los aperos que tenemos y perfilar la superficie inmensa que trasladaron los siglos al origen de la historia y de las memorias que se arraigan en el desarrollo de culturas. Castilla y León ofrece un formidable territorio y amplias posibilidades, a los que aquí vivimos, que no hemos de perder el tiempo mirándonos al ombligo ni constreñir el medio, para desarrollar productos, empeños, mercados y posibilidades que puedan ir desliando la madeja del desánimo.

La despoblación se nutre, en muchas ocasiones, con el desinterés suscitado por el ambiente de apatías y también con la falta de ganas de emocionarnos para construir contingencias vitales en cada uno de los rincones de nuestro solar histórico y a lo largo y ancho de sus nueve provincias.

La gran Europa de la que formamos parte y otras administraciones nacionales han de ser más dúctiles con quienes hemos decidido permanecer aquí, manteniendo el usufructo heredado, acertando en el impulso necesario para que la evolución nos traslade hacia retos más copiosos y vitales y que los jóvenes que aquí nacieron, vivieron y se formaron, puedan desarrollar sus quehaceres con fórmulas que amalgamen la solemnidad de la tierra y puedan amparar nuestro futuro creando iniciativas suficientes.

Sé que es verdaderamente complicado arropar cuanto tenemos, pero lo será más si no incidimos para que nuestros legisladores entiendan que vivir en los espacios rurales ha de estar acompañado de premisas y alicientes. En Castilla y León las diputaciones son motores fundamentales y valientes que intervienen para que sobrevivan pequeños municipios y con ellos sus comarcas. Son las administraciones defensoras de la equidad necesaria para que los que así participamos, sepamos que cada una de nuestras poblaciones es reto a preservar. Contribuir a que los pueblos no pierdan habitantes es el fundamento de la clave y aunque el dilema es complejo, se ha de incidir para que el legítimo desarrollo llegue a todos ellos.

Castilla y León está necesitada de emprendedores sagaces con los que obtengamos rendimiento a cuanto poseemos; para que seamos capaces de ofrecer más productos, planteamientos y servicios, de extraordinaria calidad, a los mercados globalizados.

Quiero rendir homenaje a muchos de los empresarios castellanos y leoneses que con su esfuerzo e imaginación se han empeñado en crear una potente red de empresas que fusionan lo nuestro con el mundo.

Los productores de Cascajares y de Selectos de Castilla en la provincia de Palencia o los de Galletas Gullón en la misma provincia, donde una fábrica modélica contribuye a que Aguilar de Campoo huela a confitería. Las novedades que Proconsi ofrece desde la provincia de León y se diseminan hacia otros continentes y la cecina de León, con la que ocurre lo mismo. O los vinos de todas nuestras denominaciones que ya forjan el nuevo hallazgo que ahonda en la calidad. O los empeños que ofrecen los productores y restauradores del famosísimo cochinillo de Segovia. O la empresa Soria Natural que se ha convertido en líder de su espacio. O los Grupos Antolín y Leche Pascual que desde la provincia de Burgos se extendieron por otros territorios incidiendo notablemente en la gran economía. O el Grupo Europac que nació en un pequeñísimo establecimiento vallisoletano y que ya ha transcendido a las fronteras. O los jamones Joselito que desde Guijuelo en Salamanca recorren medio mundo. O los quesos de Zamora que ya han colonizado selectos paladares. O tantas otras industrias que se gestaron en la imaginación de paisanos nuestros y que han contribuido a que la tierra en que vivimos vaya siendo modelo de contraste y evolución.

Adolfo Alonso Ares es Director del Instituto Leonés de Cultura

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