Diario de Valladolid

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«NO ME conformo con el mundo tal como es». Lo decía ayer en este periódico el escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez, aquel revolucionario que contribuyó a derrocar al dictador Somoza. Echo de menos en esta Castilla y León -también en España- ambición de calle y de despacho para cambiar la vida de la gente.

Me contaba este miércoles el presidente del CES, Germán Barrios, que la crisis ha abierto una brecha entre los que más tienen y los que menos tienen, y que en esta Comunidad autónoma coexisten diferencias extremas en renta entre provincias. Lo dice con el lenguaje moderado de esa diplomacia de equilibrios equidistantes para no molestar demasiado al que deba darse por aludido.

La ambición es un término con significados opuestos. Está la ambición del trepa, del corrupto, del falsificador de currículos, del disfrazado parlamentario vago que se mira el ombligo, del embaucador electoral de turno… y la de aquel que sueña en plural, que trabaja cada día por superarse, que persigue con tesón y vehemencia eliminar desigualdades y desequilibrios, y cooperar con lealtad para ‘expulsar’ a los que humillan o generan terror a su alrededor.

Cada vez que contemplo una sesión del Parlamento regional me pregunto si los 84 procuradores piensan más en su futuro personal o en el de sus representados; si su ambición particular pesa más que su ambición por corregir las injusticias latentes; si la sumisión a los discursos de sus jefes se convierte en resignación para que casi nada cambie.

Elogio la ambición de quien, como dijo un día Bill Gates, pelea por hacer realidad sus sueños. Sueños del inconformista que ataca las raíces del terrorismo de género, del implacable contra la inaceptable cultura de la temporalidad laboral, del que es capaz de decir basta a su partido cuando éste mira para otro lado ante las perversidades…

Dice Herrera que será «inflexible» con Montoro si el futuro modelo de financiación no sirve para mantener el mundo rural. Si cumple su promesa, será ambicioso. Si no la cumple, veremos un ejemplo más de resignación. La clase política regional necesita reinvertarse con urgencia, resetear su actitud conservadora, contribuir a liderar un cambio en las actitudes pasivas, generar más ambición para que las semillas de la felicidad penetren en muchos hogares donde la crisis ha creado brechas y heridas. El brote feminista abre caminos hacia la igualdad. Plegarse a quienes quieren mantener el status quo es lo contrario a la ambición sana del que aspira a esa utopía real de Sergio Ramírez por mejorar el mundo y la vida de las personas.

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