Diario de Valladolid

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EL EMBROLLO del tercer carril asfáltico, destinado a ampliar la autovía de Castilla entre Dueñas y Tordesillas, es un camelo de tiempos de Magdalena Álvarez, que ahora han retomado con aparente brío los proyectistas madrileños de don Íñigo de la Serna, el amoroso Gigi de Fomento. Un ímpetu garboso que de momento sólo alcanza a molestar con ocurrencias estrafalarias, como el tránsito sin túnel ni desvío por el cuello de Simancas, proponiendo bordear con otro pifostio al castillo que alberga un archivo declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Porque resulta llamativo que el ministro bilbaíno que prosperó como alcalde de Santander no haya visto todavía el grado de deterioro creciente que impide circular por la autovía de Palencia a Cantabria en el tramo mediante entre Monzón de Campos y Herrera de Pisuerga, donde la sucesión de grietas, hundimientos y socavones encadenados sacan a los vehículos de su carril derecho en ambas direcciones. Ya sé que él baja y sube de Santander con su chica en helicóptero, sin sufrir esas torturas plebeyas, pero que lo haga mirar. Porque hemos asumido que el ministerio no dé palo al agua en nuestras autovías en proyecto: A-11, A-12, A-60, A-73 y A-76, donde todo el esfuerzo ministerial se va en ocurrencias de percebe.

Pero este viernes por la tarde tuve que viajar por la A-62 desde Valladolid a Salamanca y pude comprobar cómo entre Tordesillas y la capital del Tormes el Ministerio de Fomento, con una tenacidad digna de los cortejos del ministro amoroso, ha tenido el ingenio de sembrar todo su recorrido con señales alternas y sucesivas que enlazan sin respiro tramos de cuatro y ocho kilómetros, avisando del mal estado de un asfalto sembrado de baches, gravilla y piedrecillas sueltas, que impactan sin descanso en la luna del perplejo conductor. Machacando al turismo cultural. Sin que conste ninguna protesta airada o subida de tono desde la alborotada Diputación salmantina ni desde la complaciente Junta de Castilla y León. Quizá para no distraer al ministro de su afán conquistador.

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