Diario de Valladolid

Redacción de Valladolid

El corazón de las multinacionales

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DESDE QUE el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, diagnosticó que Iberdrola tiene poco corazón por cerrar la central térmica de Velilla trato de averiguar cómo funciona el corazón de las multinacionales.

Ispwat Made y Siemens Gamesa deciden unilateralmente cerrar sus plantas en Medina del Campo y Miranda de Ebro, dejando en la calle a sus trabajadores. Paradójicamente, el mismo día en el que sindicatos, patronal y Junta se hacen la foto del Diálogo Social «más productivo» de la historia de la Comunidad, la multinacional del grupo Invertaresa anuncia el cierre y despide a más de un centenar de empleados.

Me pregunto y pregunto por el corazón de Made y de Siemens; ésta última participada por Iberdrola. No he encontrado respuesta mejor que la que ofrecía José Sarrión (IU) en las Cortes: Forman parte de un «capitalismo globalizado» en el que los trabajadores son «piezas de recambio» y donde «las grandes empresas no tienen corazón».

Sin embargo, el corazón de Renault debe ser mayor porque, lejos de cerrar aporta sangre y ocupa a miles de trabajadores de esta Comunidad por más que la lógica de coste-beneficio sea la máxima de la multinacional del rombo.

Coincido con Herrera en que estos cierres representan un fracaso político y que modelos como el de Renault, pese a su cicatera política salarial con lo más jóvenes, es un éxito de cooperación y colaboración. Mientras les salgan las cuentas y necesiten esas «piezas de recambio» a las que apela Sarrión.

Ya me gustaría ser capaz de ofrecer una respuesta alternativa a esos inmorales comportamientos de multinacionales sin corazón. El modelo Renault no vale en este caso, porque ni hay un contrapeso sindical con fuerza suficiente para tumbar la lógica del mercado ni esa fundación Anclaje del Diálogo Social, de pura estética hasta ahora, se ha dotado aún de armas disuasorias suficientes.

Herrera nunca admitirá en público que la reforma laboral del PP dio más poderes a estas multinacionales frente a los trabajadores ante los EREs salvajes de quienes sólo creen en el diálogo cuando no atentan contra su bolsillo. Antes las administraciones podían tumbarlos.

Más control público de las multinacionales pedía el bueno de Sarrión. Ni siquiera eso servirá para frenar el poder de estas compañías cuyo criterio sólo depende de personas sin rostro que solo miran la Bolsa de sus ocultos accionistas. Son ellas las que marcan decisiones de gobiernos.

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