Diario de Valladolid

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UNA ANTIGUA tutorada me envía los resultados provisionales de un trabajo de investigación propio a propósito de la identidad entre los jóvenes; y, más concretamente, sobre la posibilidad o no de re-construir un patriotismo de izquierdas en España. A partir de los mismos, me hará una entrevista como «experto en identidades» para cerrar su trabajo, lo que -más que halagarme- me preocupa, aunque asumo el compromiso o reto, ya que se trata de una excelente investigadora. He de reconocer que he hecho algunos «méritos» para que se me cuelgue esa etiqueta o «sambenito» -según se mire-, como haber escrito bastante y con una discreta repercusión, tanto académica como mediática, sobre la identidad de Castilla y León en relación con otras (léase la de Cataluña o el País Vasco). Pero nunca he pretendido ser «el experto» por antonomasia en nada; y menos en campos tan complejos y resbaladizos. Sea como fuere, la investigación de esta becaria sobresaliente apunta a asuntos que -por su relevancia- me siguen interesando de verdad. Pues ¿qué revelan sus encuestas y entrevistas realizadas en estos últimos y conflictivos tiempos entre estudiantes madrileños próximos a la ideología de izquierdas? Que confiesan amar poco o nada a su país -en el sentido de no poder terminar de identificarse con él-; que abominan de sus símbolos reduccionistas (especialmente las banderas), porque acaban enfrentando violentamente a unos y a otros; que piensan que la Guerra Civil dividió a la sociedad de tal manera que no ha vuelto a cohesionarse y no tienen mucha esperanza de que ello se produzca; y que, al respecto, creen que los españoles sólo nos sentimos temporal y solidariamente unidos como tales ante tentados como el del 11M en Madrid. Un panorama bastante desconsolador, pero que pone el dedo en la llaga de una carencia fundamental: la de un «relato» -como ahora se dice- que aúne a todos los ciudadanos en lo mejor de los sentimientos patrióticos, es decir, en la convicción de que se pertenece a un lugar y a una nación tanto como esa nación es también cosa nuestra. Un «invento» progresista que fue inaugurado por la Revolución Francesa y que los liberales españoles intentaron adoptar, después, para nuestro país.

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