Atajos con trampa
CONCIERTOS y cupo parecieran maniobras del naipe o de cualquier taquilla de enredo, pero resulta que no. Son conceptos constitucionales, de los que sólo se mueven cuando la parte contratante está en posición de apretar. La previsión es que se revise su cuantía cada cinco años, pero casi nunca ha sido así, porque quien dispone de la recaudación siempre remolonea esperando mejor coyuntura. Esta anomalía constitucional tiene un evidente origen decimonónico y carlista, que tampoco legitima su recuelo en la transición.
Si los españoles leyéramos más a vascos como Unamuno o Baroja, hubiera sido inimaginable este apósito carlista en una constitución democrática, pero está visto que las lecturas de nuestros legisladores son de cariz jesuítico y pastoreadas en sus repudios por maestros de novicios cual Ladrón de Guevara, que descalificó a Baroja como «impío, clerófobo y deshonesto». De ahí este trágala carlista, de cuando la España de la Restauración se vio urgida a disponer de dinero y urdió una encomienda para recaudar rápida y cuantiosamente. El franquismo mantuvo el concierto en Álava y lo suspendió en Vizcaya y Guipúzcoa, por su condición de «provincias traidoras». Luego, en los albores de la transición, los Del Burgo navarros y los Viana Santacruz vascos, con sus rediles, tejieron el apaño, que permanece como insólita singularidad en la Constitución del 78. El concierto se tasó en 1982 en el 6,24% para el País Vasco y el 1,6% para Navarra, cuotas correspondientes a su peso proporcional en el conjunto de España. Una contribución insuficiente y no revisada, que apuntaló en 2002 el gobierno Aznar, garantizando su carácter indefinido.
De ahí venimos hasta estos alborotos, cuando Rajoy antepone el cupo a la financiación autonómica de los comunes y el propio Urkullu alardea su referencia para el resto de Comunidades. Con lo fácil que se explican las cosas sin rodeos: hizo falta el voto nacionalista para los presupuestos de 2017 y se fijó el cupo vasco, pendiente diez años, para un lustro, con una rebaja de 900 millones. Sin atajos.