Diario de Valladolid

ESPEJOS PARA LA BASE / IGNACIO TREMIÑO

Pionero sobre ruedas

El diputado en el Congreso, y uno de los fundadores del BSR Valladolid, apuesta ahora por el handbike, un deporte con semejanzas con el ciclismo

El vallisoletano Ignacio Tremiño montado en el handbike durante una competición.-EL MUNDO

El vallisoletano Ignacio Tremiño montado en el handbike durante una competición.-EL MUNDO

Publicado por
J. I. Fernández

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El 4 de febrero de 1991 nació Ignacio Tremiño. Realmente lo había hecho 25 años antes, pero el ‘nuevo’ Ignacio Tremiño (Nacho para los amigos) lo hizo una gélida mañana de invierno cuando sufrió un accidente de tráfico que le condenó a permanecer en una silla de ruedas durante el resto de su vida. Lejos de lamentos, el vallisoletano hizo de la necesidad una virtud, y desde su posición ha ido rompiendo barreras, una a una, según se le han interpuesto en la vida, huyendo siempre de dramatismos. Ahora lo hace desde el Congreso de los Diputados, donde es la segunda silla de ruedas en la Cámara baja.

La niebla y el hielo provocaron su accidente pero desde el primer día supo que encontraría en el deporte su mejor herramienta para salir adelante. Así, y aunque «era muy patoso, las cosas como son», aprovechó su experiencia previa haciendo natación o esquí, «fui de los primeros», matiza, para involucrarse en la puesta en marcha del BSR Valladolid. Fue pionero en crear un club que ha llevado y lleva el nombre de la ciudad por toda Europa. Ahora, 27 años después, lo quiere volver a hacer con otra disciplina deportiva, el handbike, en la que ha encontrado una salida para desconectar de los estresantes pasillos del Congreso.

La prima de riesgo de 2011, la posible intervención de España por parte de la Unión Europea, la maldita crisis y unas jornadas maratonianas en el Hemiciclo provocaron en su cuerpo un cuadro de estrés ante lo cual, el médico le recomendó hacer deporte, algo que por el trabajo tenía «algo olvidado». Así que hubo que volver a enfundarse el chándal en la capital. En esta ocasión la apuesta fue por el ciclismo y compró un triciclo de segundo mano a un amigo «para probar». «Hacía tres kilómetros y ya estaba ahogado. Pero poco a poco fui cogiendo ritmo», comenta el político. El recorrido, por su barrio a las 11 de la noche, se iba ampliando cada semana. «Había un termómetro con hora en una parada de autobús y controlaba cuánto tardaba en pasar cada vuelta. Ahí comprobé que iba evolucionando». Hasta el punto de que ese viejo triciclo acabó con 4.500 kilómetros de esfuerzo.

Hasta que en octubre de 2016 comenzó su idilio con el handbike, una modalidad deportiva que permite a las personas con discapacidad ir en bicicleta. Para practicarlo es necesario un vehículo de tres ruedas con todo el sistema de pedales y frenos adaptado para ser utilizado con las manos. Aparte de ofrecer grandes posibilidades de integración a los deportistas paralímpicos y personas con discapacidad, esta modalidad de deporte adaptado proporciona muchos beneficios de salud a los que la practican. De hecho, la posición estirada del cuerpo facilita la circulación de la sangre de los deportistas a la vez que obtienen beneficios cardiovasculares muy importantes.

«Me sirve para desconectar para irme a la cama con la mente despejada, aunque en muchas ocasiones, y con el corazón a 180 pulsaciones, pienso, ¿quién me manda a mí estar aquí?», bromea. La última fue en la pasada edición de la clásica Behobia San Sebastián, donde participó en medio de un diluvio. Un meritorio decimocuarto puesto validó el esfuerzo de una carrera pasada por agua.

El crecimiento progresivo de este deporte desde que fue olímpico en Atenas 2004 ha llevado a que sea incluida en muchas pruebas de inclusión. Tremiño apostó por este deporte después de hacer 200 kilómetros durante el Camino de Santiago. Posteriormente llegó su primera carrera oficial en la Media Maratón de Burgos. «Me sentí muy cómodo y decidí comprarme una». Una bicicleta de estas característica ronda entre los 3.000 y 6.000 euros y que puede llegar a tener una gran precisión y comodidad.

Y ahora no hay quien le pare. Ha participado en la Maratón de Madrid, en la ‘Emprendedores’ también en la capital, e incluso en la Invernal «con un frío horroroso» en el circuito aragonés de Motorland. Inscrito en el club madrileño No Limits Handbike, pero con licencia federativa en la federación de ciclismo de Castilla y León, espera que gracias a su «visibilidad» más personas con discapacidad se puedan apuntar a esta moda. Por eso le gustaría crear un club en la provincia y recomienda los carriles bici del Pinar de Antequera para practicarlo. «Nunca en carretera, es peligroso», advierte.

El exjugador del BSR Valladolid cree que el deporte para personas con discapacidad está viviendo actualmente «una segunda revolución». En su opinión, la primera fue tras los Juegos Paralímpicos de Barcelona 92, un año antes de su accidente, y ahora se vive la segunda después de que las federaciones estén incorporando a las disciplinas de discapacitados dentro de su propio organigrama. «Es un gran paso porque antes iban independientes», recuerda. Y pone de ejemplo a la base. «Para los niños con una discapacidad, sus ídolos no son los jugadores del FC Barcelona o del Real Madrid, son los que hacen deporte discapacitado y esto sirve para verse reflejados».

De momento no se ha marcado objetivos deportivos, «con 51 años no pretendo ir a la Paralimpiada ni batir récords del Mundo», su único reto «es superarse a sí mismo en cada prueba». Algo que lleva haciendo desde aquella mañana fría del 4 de febrero de 91.

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