Diario de Valladolid

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CUANDO llega esta época del año se destapa el frasco de las esencias a la intemperie. Y en una región como esta, mucho más, teniendo en cuenta que vamos sobrados en biodiversidad, bien surtidos en frondosos bosques y cargados hasta arriba de vegas, riberas y humedales, repartidos por un buen mosaico de espacios naturales protegidos. Cada primavera nos damos cuenta de lo verde que es nuestro destino. Razón de más para incorporar pistas y viajes en nuestros cuadernos de bitácora. Cada estación del año es una página diferente del libro de la naturaleza. Cambian los colores y los olores y hasta las sintonías que marcan trinos, aullidos de lobo, ciervos en celo, el viento y la lluvia, y alguna orquesta imprevista de terrible tormenta. Es la naturaleza en estado vivo que, por fortuna, tenemos a dos horas de casa, como mucho, en esta tierra. Hemos perdido el encanto de viajar para conocer, nos vence más el hecho de visitar como turistas que hacerlo como viajeros curiosos.

El viaje entraña aventura, riesgo limitado, esfuerzo, caminata, mucha paciencia y holgura en el horario. Y una sensibilidad especial que no todo viajero tiene. El arte cincelado por el hombre tiene un valor incalculable pero, afortunadamente, todo viene en los libros, desde, la pintura rupestre a las últimas obras de arte de vanguardia, desde las primeras chozas, pasando por las catedrales, hasta el último rascacielos. Todo está ya en Internet. Por eso, debemos darnos prisa en salir al campo a contemplar como florecen los cerezos ahora mismo en Aguas Cándidas, en Corullón, o en Miranda del Castañar. El espectáculo de la floración se puede disfrutar en muchos puntos y, en especial, en aquellos donde hay detrás fruticultores burgaleses, bercianos o serranos, en el Valle de las Caderechas, en El Bierzo o en la Sierra de Francia que es donde, además de florecer, dan fruto y rentabilidad a sus habitantes.

¿Quién no ha oído hablar de El Jerte? Todos. Aquí todavía nos falta que algún iluminado se percate de que la floración es la misma en todos los sitios, con la diferencia de que unos venden esa explosión de color y otros, con más mapas y árboles, no. Siempre nos quedará Cantábrico, para ver en un documental largometraje las montañas de León y Palencia. Eso sí nos enteramos dónde lo ponen y en qué cine.

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