Diario de Valladolid

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DESPUÉS de cuatro años salpicados de embustes y desplantes, con el canarión Soria crecido hasta la displicencia, la vecindad del castañazo electoral ha agitado el pasmo mariano de Rajoy hasta poner a su gente a tratar de resolver en cuatro días lo que requiere un rato más de tiempo y esfuerzo. Por supuesto, el gallo Soria ni siquiera aparece en la convocatoria, ya descontado por su cúmulo de torpezas. La penúltima refriega tuvo lugar a raíz de las elecciones autonómicas del 24 de mayo, cuando se puso a discutir con los pacientes si su incapacidad para resolver el problema minero había quitado a los populares la mayoría absoluta en Castilla y León. Entonces dijo que también Segovia y Soria habían acusado la merma y allí no había carbón.

Pasó el verano y el día de San Miguel, cuando Mariano llegó a León en el Ave inaugural, se dio cuenta de la magnitud del problema que ha creado con estos años de tancredismo sin hacer nada. También supo entonces que sus interlocutores parlamentarios y ministeriales valían tanto como nada. Alertado por la fuga de votos que le aguarda en León para las urnas de diciembre, por fin decidió que se reuniera la mesa del carbón, logro conseguido después de sucesivos aplazamientos y cuando ya no queda tiempo para otra cosa que plantear a las autonomías mineras que redacten un pedido de proyectos para las cuencas despojadas de actividad.

Una reclamación con prisas, esbozada en una mesa reunida sin orden del día, a la que acudió, junto al tórtolo Nadal que estos días arrastra la chapuza nuclear de Villar de Cañas, la imponderable Marta Fernández Currás, responsable de Presupuestos, fan sin tapujos del maldito Rato y gestora de la tumultuosa liquidación de las Cajas de Ahorros gallegas. Sin más protocolo ni otro apaño que las prisas. Porque hasta el impasible Rajoy reacciona a las alertas cuando la sangría afecta a su odre de votos. Lo más inquietante que deja entrever el atisbo del Plan improvisado en la antesala electoral es la posibilidad de desviar a cercanías algún proyecto de los municipios mineros, como ya ocurrió hace veinte años con Aznar, cuando uno de los provechos recayó en el concesionario de Renault abierto por Pérez Villar en Oviedo capital.

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