Diario de Valladolid

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ESTABA CANTADO. Los nuevos grandes hombres de la política, aquellos que han llegado para hacer mejor la vida pública, para engrandecerla, para echar a la actual casta comienzan a no pasar el corte cuando de dinero público que llevarse al bolsillo se refiere.

Uno no puede ir predicando una cosa y haciendo la contraria. A menos que quiera que ese delegado del Gobierno que ahora cría burros los ratos que le deja la Alcaldía de su pueblo vuelva para recordarle aquello de que ‘una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo’.

Que no pasaban la prueba del algodón en lo que al reparto de sueldos se refiere estaba cantado. El primero en dar la callada por respuesta y votar con el resto para llevarse a su casa un sueldo de 60.000 euros ha sido el portavoz de Podemos en la Diputación de Valladolid.Oye, ni rechistó. Ni una palabra sobre ese «nido de caciques» del que discursó en el acto de constitución el ínclito Héctor Gallego. Habrá que ver lo que tarda en salir a aclarar que no, que es un malentendido, que él sólo va a recibir esos 1.900 euros, tres veces el salario mínimo interprofesional, que siempre ha defendido Podemos para los cargos públicos. Claro que si cuela... Su caso es aún más grave porque Podemos, como Ciudadanos y el PSOE, pide acabar con las diputaciones. Lo dicho, predicar y dar trigo.

Ahora que, cuando de dinero se trata, la más lista es la socialista alcaldesa de Medina del Campo. Sí, la misma que jugaba al ‘Candy Crush’ en su escaño de procuradora. Pobre, como ella misma dijo, estaba estresada y eso la relaja. Pese a que había anunciado que iba a cobrar sólo como regidora, Teresa López se dio cuenta rápidamente de que en la Diputación el pellizco es más suculento y, como el de Podemos, ni una palabra. Cualquiera, a esos 60.000 euros del ala le va a sumar lo que perciba por asistencia a plenos, comisiones y demás en el Ayuntamiento. Como para abrir la boca. Lo de un socialista, un cargo, un sueldo no va con ella.

Y todo en un día en el que el presidente de la Junta juró su cargo y aprovechó para decirle a la cara, con educación pero con firmeza, a Soraya Sáenz de Santamaría las verdades del barquero sobre el carbón, las infraestructuras y la financiación autonómica. Lo hizo Herrera como la quería y la ponía el gran Alfredo Di Stefano, ‘cortita y al pie’. Habrá que esperar que Rajoy y los suyos no despejen al patadón.

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