Diario de Valladolid

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LA CIUDAD de la Justicia debería ser menos física y más ontológica. Pero también desde la Justicia y sus aledaños necesitan fotos, proyectos, presupuestos, intenciones, entrevistas...

La Ciudad de la Justicia debería tener una sola calle. Tan ancha como transparente para juzgar con equilibrio, lejos de fallos ejemplarizantes, como estrecha para las desigualdades entre iguales.

La Ciudad de la Justicia no necesita tanto estudios de detalle como un PGOU que facilite y dinamice los proyectos. La ley padece excesos de edificabilidad, pero nada se derriba.

La Ciudad de la Justicia debe pensar más en las personas y menos en la imagen.

La Ciudad de la Justicia puede tener barrios, y no por ello ser peor. El ciudadano no disfruta de una mejor administración de la justicia porque todos los órganos judiciales estén juntos y sean amigos.

La Ciudad de la Justicia debería mirar más hacia el campo, y su ritmo natural de la vida, en el que las prisas son tan perniciosas como el adormilamiento.

La Ciudad de la Justicia debería cortar sus suministros con las siglas políticas. Mejor la oscuridad imparcial que los focos partidistas. Hay apagones que asustan hasta que aparecen los efectos beneficiosos...

La Ciudad de la Justicia es buena para entretenerse con ella.

La Ciudad de la Justicia debería tener un parque dedicado a la división de poderes. Y que pasear por él fuera gratis, salvo para los que multiplican los poderes.

La Ciudad de la Justicia debe ser un asunto muy importante. La de los ladrillos, digo, porque permite olvidarse de esa otra ciudad, en la que la Justicia sea uno de los aspectos que influyen, directamente, en el bienestar del ciudadano.

La Ciudad de la Justicia sobre planos no ha logrado demostrar un solo beneficio social. Y ese debe ser el cimiento cierto e ineludible.

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