Diario de Valladolid

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LOS CLÁSICOS, que nos entregaron la llave de tantos secretos, recomiendan el humor como germen de reflexión y como reducto de consuelo para los frecuentes tragos de desaliento. Porque sus ingredientes, ya sea el talento, la sutileza, el ingenio, la ironía, el duende o la ingenuidad, carecen de contraindicaciones. Y su manejo permite al humorista salvar la barrera del tiempo, ya que la melancolía y la nostalgia prosperan tanto en el rescate del pasado como en la proyección del porvenir. También en ese sentido, el humorista es un visionario. Nuestro despertador de lo esencial bajo la espuma de la actualidad.

Estos protocolos no son otra cosa que el delantal para recomendar un libro singular: La fuente del jajajá, de José María Nieto. No voy a incurrir en la ligereza de menudear los episodios que articulan su sexenio de humor: 2009-2014. Muchas de las viñetas que surgieron de un reclamo concreto de actualidad, adquieren una dimensión más profunda. Incluso aquellas concebidas con voluntad de aldabonazo. Otras ilustran conceptos menos perecederos, como la identidad, la tierra o el proyecto común que nos une, y la pátina de distancia les confiere una expresividad radical. Suponen un alto en los afanes cotidianos para reflexionar sobre nuestro horizonte colectivo. 

El volumen editado por la Junta recoge una selección de las viñetas de Nieto en el período, que vieron la luz en este periódico. Su concepción es el resultado de un proceso estricto, que da una vuelta más a la tuerca diaria del filtrado de asuntos. El relato resultante, después de los descartes, tiene una cadencia que redime al humor diario de su condición efímera.

Nieto exhibe, en el manejo del lenguaje icónico y verbal que combinan las viñetas, su doble condición de artista plástico y fecundo pensador. De esa alianza se decanta un relato secuencial que traduce la pauta del argumento en una mirada profunda, reflexiva, a veces punzante, a menudo tierna, raramente severa y siempre lúcida.

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