Diario de Valladolid

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AHORA QUE se ha comprobado que el exceso de prudencia y la extrema corrección con la presunción de inocencia no han hecho sino agrandar la sima de la corrupción, ahora, se aprecia más y mejor el valor de políticos como Monago, presidente de Extremadura. Rebelde sin temeridad.

Quizá hace 25 años la mayoría de los ciudadanos de Castilla y León, sobre todo los de más edad, ahora difuntos o jubilados, preferían votar la exquisitez encorbatada, la educación sin talento y la aburrida oratoria de los populares. Quizá.

Leo la entrevista a Monago en EL MUNDO y me apetece su modo de gobernar. Ya no porque sea menos aburrido, que es lo de menos, si no porque se atreve a decir cosas. Argumentos, ideas… Y lo hace sin que deje de ser un hombre con sentido de Estado, sin traicionar a los que le votaron, quizá porque sabe que no todos los que votan son lelos ni se adhieren, con inmovilismo, al folleto de un programa realizado muchas veces de modo improvisado y oportunista.

No está nada mal que gobierne con Izquierda Unida, ni que se plantee acuerdos con Podemos. Es más, puede incluso que con ello exponga un verdadero sentido de responsabilidad social y política.

Ya sabemos que el dogma de las siglas ha servido para el trinque. El hombre no está hecho para las siglas…

Monago no es Herrera. Quizá en esta tierra se prefiera el aire homilético de sus palabras, el estilo conventual de sus gestos, la exquisita diplomacia de sus conclusiones. Quizá.

Castilla y León necesita modernizar su guión, y los políticos deben ser los primeros en reciclarse. El enrocamiento endogámico ya vemos qué frutos produce. Da gusto leer y escuchar a Monago, desprendido de prejuicios, salvo, al menos eso parece, el de colocar al ciudadano, a la persona, por encima de todo lo demás.

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