Diario de Valladolid

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EL AVISO de las europeas determinó en la clase política una serie de reacciones, encaminadas a corregir el rechazo de los electores. Entonces fue el momento de los anuncios de regeneración y el trance de las despedidas. Pero luego vino el verano y el sofoco lo amortiguó todo. Así que otra vez volvimos a las andadas. De entrada, las tentativas regeneradoras se mudaron al conato de cambiar las reglas para elegir alcalde, pero luego fue que tampoco, porque los arúspices avisaron que el enjuague no tenía buena acogida. Ni cambio electoral, ni reforma del aborto, y adiós a Gallardón. Con los mismos ruidos en Cataluña.

Una comisión iba a encargarse de entretener las ansias regeneradoras, mientras las votaciones de noviembre quedaban al designio de los jueces. Todo parecía encaminado para que el curso discurriera con sustos, pero sin levantar nuevos cadáveres. Hasta que de nuevo la banda que arruinó Caja Madrid fue pillada en otra tropelía. Están ahí al lado y absorbieron dos entidades de las nuestras, pero no es eso lo más grave. Lo inquietante es que su proceder anticipa los hábitos de nuestras Cajas. Felipe, Fernando y José Luis, compañeros de esta casa, acaban de recibir el Premio Cossío por la investigación de unos turbios manejos de Caja Duero en la compra de edificios.

El destape de las tarjetas negras de Caja Madrid nos sitúa en la pista de lo que pasó aquí.

Dispendios opacos y vergonzosos con dinero procedente de los depósitos de su clientela envejecida. Mientras votaban no al arreglo de la estafa de las preferentes, se iban de francachela y tiraban de tarjeta sin control ni límites. Al menos en Caja España existieron y supongo que en el resto. Porque Caja Madrid fue su modelo de derroche. Entidades centenarias cuyos beneficios se destinaban a la obra social y cultural. Hasta que las saquearon. Por eso es tan urgente destapar a los corruptos. A todos.

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