Diario de Valladolid

Los jóvenes rurales toman las riendas

Futuro Viven en pequeños pueblos donde no llega el transporte público ni la conexión a Internet y disponen de médico una o dos veces por semana / Sienten que les «echan» de su casa y piden las mismas oportunidades que en la ciudad

La juventud pone de manifiesto la necesidad de oportunidades para poder forjarse un futuro en sus municipios.-IRENE DIEZ MIGUEL

La juventud pone de manifiesto la necesidad de oportunidades para poder forjarse un futuro en sus municipios.-IRENE DIEZ MIGUEL

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Elsa Ortiz

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Hay canciones que hablan por sí solas. En Castilla y León ocurre con Campo amarillo, del grupo burgalés que se escuda tras las siglas de La M.O.D.A. La letra asegura que esta tierra es la que «menos le importa al Gobierno», una situación de abandono que lleva a sentirse «inmigrante de tu propio país». Son testigos de cómo «van quedando vacíos los pueblos» y «van perdiendo los niños sus sueños». Su denuncia queda clara: «Quieren hacer el agosto a nuestra costa sin saber que los campos tan honrados son los que están más cansados». 

Es la banda sonora de una realidad, la que sufre el mundo rural. Envejecimiento de la población, carencias en servicios esenciales y falta de oportunidades son los tres rasgos que lo perfilan en la Comunidad. Quienes esbozan esta definición saben bien de lo que hablan. Viven en pequeños pueblos que a duras penas superan el centenar de habitantes, donde no llegan ni el transporte público ni la conexión a Internet y reciben la visita del médico una o dos veces por semana.

Nueve años no sirvieron a Belén Sesé para enamorarse de Valladolid, donde se formó y posteriormente trabajó como educadora social. Sí lo hizo de Adrián y de la férrea idea que él tenía de emprender en su pueblo, Ledigos. Sentían que en la ciudad les «faltaba algo» y, con un proyecto común en sus maletas, se mudaron a este pequeño municipio palentino de apenas 60 habitantes. «Llevamos medio año volcados en la construcción de una fábrica de cervezas artesanas y una casa rural», desvela.

Esta pareja aspira a abrir de par en par las puertas de Ledigos. La vida que tiene en verano se apaga cada invierno, aunque por él pase el Camino de Santiago. La agricultura es su principal sustento mientras que solo dos cuadras, una de ellas regentada por Adrián, conservan los resquicios ganaderos. «Nuestra pretensión es crear una nueva forma de empresa, más allá de lo tradicional», explica Belén antes de añadir que su iniciativa también contempla, a largo plazo, dar empleo a alguien que «se quede en el medio rural y, si puede ser, forme una familia».

La iniciativa de estos jóvenes, dos de los cuatro menores de 30 años que viven en la localidad, aviva las esperanzas de unos vecinos «constantemente pendientes» de los avances. Con ella, Belén y Adrián buscan trasladar «esa filosofía de que no todo el mundo tiene que irse a la ciudad». Y para plasmarla en papel, encomiendan a la Administración que amplíe las ayudas y, especialmente, las facilidades para solicitarlas. «No todos nacemos sabidos», apunta.

Para Belén, un pueblo es sinónimo de «espacio de inspiración» en el que el único límite a la creatividad lo pone la falta de recursos. «Aquí hay lugares sin cobertura. ¿Hoy en día quién puede creerse eso? Y ya no hablamos de Internet, que es tema a parte», asevera para añadir que Ledigos cuenta con una sanidad «muy básica» de la mano de un médico que pasa una vez a la semana.

REVENGA DE CAMPOS

Cerca de un centenar de personas están «durante todo el año» en Revenga de Campos. Jessica Abia es una de ellas y se siente una privilegiada. Estudió Integración Social, Pedagogía y un máster en Terapias asistidas. Voló por diferentes puntos del país durante casi una década hasta que regresó a su tierra. La fortuna le sonrió con la oportunidad de trabajar en el Centro de desarrollo rural de Carrión de los Condes. «Tuve la suerte de encontrar un puesto enfocado a mi formación y muy cerca de mi casa», celebra antes de reconocer que «sin coche ni carné de conducir no hubiera sido posible».

Condicionantes como estos, agravados por la escasez de médicos, repercuten en un sentimiento generalizado a juicio de esta joven de 28 años: «Parece que nos están echando, porque nos lo ponen muy difícil. Pagamos nuestros impuestos, pero no tenemos los mismos derechos que si viviésemos en la ciudad».

Jessica asegura que el sector primario es el sustento no solo del pueblo, sino de la poca juventud que en él queda. «El problema es que las políticas están haciendo que se monopolice el campo. Si eres un pequeño ganadero no puedes sobrevivir pues recibes palos por todos los lados. Las tierras al final están en manos de cuatro», sentencia para acusar a la PAC de «fomentar la centralización».

Una de las soluciones más evidentes está, para esta joven, en los trámites fiscales que rodean el emprendimiento en el mundo rural. «No pueden poner los mismos requisitos a un negocio que va a facturar 500 euros que a otro que alcance los 500.000», recrimina convencida de los beneficios que «una persona que ha dado muchas vueltas» puede regalar a su localidad.

Javier Puebla es vecino de esta integradora social y, como ella, tiene que desplazarse hasta Carrión de los Condes. En su caso lo hace para estudiar en el instituto. Tiene 17 años y no se atreve a hablar de su futuro. «No tengo claro para dónde voy a tirar. Me encantaría quedarme en el pueblo pero tampoco descarto la opción de marcharme si aquí me voy a morir de hambre», se sincera. El teletrabajo se antoja como la salida idónea a esta dicotomía.

Coincide con Jessica en apuntar que su pueblo es agrícola y ganadero por antonomasia, pero si ni siquera este sector está exento de matices. «Es el sustento principal de la comarca pero esto no se traduce en habitantes; hay muchos que vienen a trabajar y con las mismas se marchan a dormir a la ciudad», remarca para después asegurar que «puede haber futuro en la hostelería» gracias al Camino de Santiago. «Pero la juventud no se la juega por miedo. ¿Van a hacer una inversión para luego trabajar solo seis meses, que son los altos?», pregunta de forma retórica.

La clave para que pequeños municipios como Revenga de Campos no se apaguen está, para Javier, en «la mejora de los transportes y de las tecnologías de la comunicación». Este joven advierte que en los tiempos que corren es «muy difícil despegar sin una buena conexión a Internet». Otra de sus propuestas pasa por animar a la industria a emplazarse al mundo rural. «Al fin y al cabo –remarca– la mano de obra de las ciudades también sale del pueblo».

TRABAS

Dos años han transcurrido desde que Javier Porras puso sobre la mesa de la Institución provincial el proyecto del taller que quiere abrir en Castrillo de Villavega. La respuesta de la Diputación de Palencia fue negativa por sobrepasar la altura máxima. «Quien lo redactó y otros arquitectos a los que consulté no estaban de acuerdo por lo que recurrimos, pero lo volvieron a denegar. El siguiente paso era meterse en juicios y yo tenía más que perder», contextualiza este joven de 35 años.

El respaldo lo encontró en el Consistorio que accedió a «modificar» la normativa local para que la iniciativa saliese adelante. Ahora, aunque aun no ha recibido la notificación, Javier empieza a ver la luz. «En vez de solucionar los problemas y dar facilidades, te ponen la zancadilla a cada paso», protesta.

Vive desde los 12 años en Valladolid, donde realizó un grado medio de ebanistería. Trabaja en la ciudad como carpintero pero vuela al pueblo, donde calcula que hay unos 190 empadronados, en cuanto tiene «un hueco libre». Javier tomó la decisión de volver porque a priori le pareció que era más sencillo abrir su taller allí: «Quería ponerme por mi cuenta y en Castrillo tengo el terreno. Aunque parecía más fácil en realidad no lo está siendo con tantas trabas».

Blanca Berzosa es de la zona de Saldaña. Estudió Ciencias Ambientales y durante muchos años se buscó la vida en el extranjero. París fue uno de sus destinos y esto despertó la admiración de sus vecinos. «Nos inculcan que el medio rural no vale; que si quieres ser alguien en la vida debes irte y cuanto más lejos lo hagas, más prestigio social tienes», asevera con cierta indignación.

Ahora, esta mujer de 34 años, trabaja para una organización internacional de Madrid pero lo hace desde Palencia y garantiza que la despoblación también hace mella en las pequeñas capitales, donde tampoco hay «opciones para la gente joven». Reconoce que vive en la ciudad «por elección» pero matiza que no podría optar por el pueblo porque necesita «conexión a Internet y un transporte decente».

Blanca considera que Palencia puede sentirse «afortunada» porque cuenta con el tirón de la planta de Renault. Pero no es suficiente. «Muchos jóvenes se van no por la falta de un salario, sino por los impedimentos para desarrollarse profesionalmente», explica como antesala a su clara apuesta: el teletrabajo. «Gracias a ello tengo mi empleo fuera pero consumo aquí, compro aquí y me involucro en las acciones de aquí».

A su juicio, «hace falta un apoyo institucional importante» para evitar que los pueblos se apaguen. «Hay soluciones muy sencillas y fácilmente aplicables como una rebaja fiscal para las grandes empresas que permitan el teletrabajo, siempre que esté asociado al mundo rural», concreta con la certeza de que la disponibilidad para desarrollar esta alternativa no faltará. «Son muchas las personas que están cansadas de vivir en grandes ciudades». Y lo hacen, asegura, por obligación y no por decisión propia.

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