Diario de Valladolid

Las gallinas de los huevos de plata

Félix García tiene una granja ecológica en Carrascal del Obispo con 650 inquilinas / Ahora proyecta su afición hacia la capital, donde considera que sus huevos verdes y azules tienen futuro como producto ‘gourmet’

Félix García posa junto a sus gallinas en su pequeña explotación de Carrascal del Obispo.-ENRIQUE CARRASCAL

Félix García posa junto a sus gallinas en su pequeña explotación de Carrascal del Obispo.-ENRIQUE CARRASCAL

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Elsa Ortiz

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Érase una vez un humilde matrimonio que regentaba una pequeña granja. Ansiaban riqueza y sus plegarias fueron escuchadas. La fortuna les sonrió con una gallina que cada mañana les regalaba un huevo dorado. Pero la impaciencia no tardó en tomar las riendas de la situación bajo la certeza de que en su interior albergaría una cantidad infinita de oro. Decidieron de mutuo acuerdo matarla para averiguarlo y pusieron fin a su buena suerte.

Los resquicios de esta fábula griega, atribuida a Esopo y versionada posteriormente, llegan hasta Carrascal del Obispo. Pero en el municipio salmantino la avaricia no rompe el saco, en esta ocasión cargado de huevos «al menos de plata». No por su color, que es verde o azul, sino por la calidad que les abandera y que gana el pulso a la cantidad en el negocio en ciernes de Félix García. Es agricultor y ganadero. Toda la vida ha trabajado el campo, rodeado de gallinas. La curiosidad le llevó a «explorar» las posibilidades que ofrece esta ave e hizo de la cría ecológica su afición. «No me dedico a la avicultura en exclusiva, de momento es un complemento a mi actividad», contextualiza para después matizar que tiene una «explotación muy pequeñita».

En el tamaño reducido está precisamente la clave del éxito de esta granja ecológica, pues permite a Félix «cuidar y mimar» a sus 650 gallinas. Como consecuencia de esta dedicación, «todo lo que ponen es bueno, al cien por cien». Una «calidad garantizada» que sella el color de la cáscara. El moreno y el blanco de «toda la vida» conviven ahora, en esta localidad charra, con huevos verdes y azules.

La gallina araucana es la responsable del color celeste, que ya cuenta con sus pinitos en el mercado. Obtener el verde es mucho más novedoso y, por ende, más complicado. Requiere de dos cruces de razas. Félix «mezcla» esta especie que tiene su origen en Chile y Argentina, también conocida como mapuche, con un gallo legorhn. Esta primera combinación sirve, además, para compensar la escasez de huevos de la araucana, que tiene una puesta tope de unos 200 anuales. Si la pollita que nace de esta fusión se junta posteriormente con un macho de «gen oscuro», como puede ser el marans, el resultado es la tonalidad verdosa. «Cruzando razas se obtiene no solo el color, sino un mayor rendimiento», confiesa.

EXPERIMENTOS

Los descubrimientos de este salmantino son fruto del «ensayo-error». En el laboratorio al aire libre en el que experimenta, las probetas están cargadas de paciencia. Son necesarias «dos generaciones» y, por consiguiente, un plazo mínimo de 18 meses. «Desde que la pollita nace hasta que empieza a poner transcurren unos nueve meses. Tiempo que hay que multiplicar por dos», explica para después añadir una dosis de realidad al señalar que también puede ocurrir que, después de los cruces, no se encuentre lo esperado y haya que volver a empezar.

COLORES

Y de padres diferentes, hijos dispares. Los huevos de colores poco más que en la forma se parecen a los tradicionales. La cáscara, para empezar, es muy dura. «De hecho, hay pollitos que al nacer tardan mucho en romperla y mueren asfixiados», comenta antes de señalar la existencia de «estudios» que relacionan esta característica con el supuesto «colesterol cero». Una creencia que ocasionó un gran revuelo y elevó la demanda de este producto. Hasta que la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) lo desmintió.

El huevo en sí es de menor tamaño, más pequeño aun el azul que el verde, pero la yema es más grande que la de uno normal, además de ser más fuerte. ¿A efectos prácticos? «Es como si comparas un jamón blanco con uno de bellota con cuatro años de curación», asegura tras comprender que son productos que «todavía no están muy vistos en el mercado y extrañan a todo el mundo».

La originalidad que revisten justifican las «llamadas diarias» que recibe Félix y a las que contesta, con humor, que «no hay espráis suficientes». Este impacto en todo aquel que oye hablar de sus huevos verdes, más exclusivos que los azules, se antojaba para este agricultor como garante de éxito. «Pensé que se iba a vender muchísimo, pero no es así», lamenta para apuntar a un único responsable: el precio.

A los 3,50 euros que pone a la media docena, que es como se comercializan, una tienda de a pie suma su beneficio y sube hasta los cinco euros. «El día de Nochevieja bebes una botella cara de vino y no pasa nada, pero al día siguiente ya no lo haces. Pues esto es igual. Si te encuentras con una docena de huevos por 14 euros, puedes optar por ella para una ocasión especial», ejemplifica antes de reconocer que es «un lujo que no puede permitirse a diario».

Una suntuosidad que impulsa a Félix a querer ampliar sus horizontes. Hasta ahora su ámbito de actuación se limitaba a pequeñas tiendas de Salamanca y algún restaurante, así como a un «mayorista que reparte en las grandes cadenas». En la provincia charra «hay una vinculación muy grande con los pueblos y todo el mundo tiene gallinas o un conocido que le regala huevos». Por ello, y gracias a la repercusión mediática que han desatado los suyos verdes, Félix abre las puertas de lo que empieza a despuntar como un negocio a la capital. Y es que confía en el futuro de sus pequeños en Madrid y como producto gourmet. «Necesitan sitios de nivel en los que haya rotación y cada día pase un cliente nuevo que apueste por probarlos», sentencia.

Ecológicos

Félix no cría directamente a sus gallinas sino que las encarga, una vez tiene definidos los colores, a una granja declarada como ecológica. Para que sus inquilinas mantengan ese «código cero», necesitan una alimentación concreta a base de pienso que también tenga ese distintivo, sin ningún tipo de aditivos o vitaminas. Llueva o nieve, salen todos los días al campo. «Aposté por lo ecológico porque creo que hay menos competencia, pero también puedes tener aves convencionales o camperas que pongan huevos verdes», asevera.

Este aficionado de avicultura invita a probar su producto, saboreando la yema con un pedazo de pan, antes de limitar la valoración a su precio. Ya adelanta que tiene preparadas «dos grandes bombas» para este año: huevos de color «rosa» y huevos «sin gluten». Y es que Félix sabe que la innovación es esencial para calar en el mercado.

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