MATI (Aldeatejada, Salamanca)
La mejor jeta de la Vía de la Plata

Miguel Ángel Marcos, a la puerta del “Mati”, en Aldeatejada.
Miguel Ángel sonríe a la puerta del Mati, que está a pie de acera con la carretera que nos lleva a la Sierra y a la Peña de Francia. No es casualidad que el bar Mati, que fundaron sus padres Matías y Dolores hace cincuenta años, esté en el mismo número de la Avenida Peña de Francia. Son muchas las veces que paré a echar un trago, un café o a comer con las raciones de la casa.
Por cierto, Miguel sigue respondiendo a las raciones de chanfaina, callos, lengua estofada y morro rebozado. Y la jeta, la más crujiente y jugosa de la Vía de la Plata, según el tío Eusebio, el de Mayalde. El Mati es uno de esos establecimientos de hostelería que ha cumplido, y sigue haciéndolo, con un servicio impagable al ciudadano, al vecino, al turista, al viajante y a algún que otro peregrino que pasa por Aldeatejada, que está a pocos minutos de Salamanca.
Con el bar Mati pasa un fenómeno muy curioso y es que, sin contar con la infraestructura de un restaurante, se come de maravilla en su comedor interior y en la terraza muy solicitada a partir de ahora. Me gusta como plantea los platos combinados, siempre generosos, en guarnición y producto principal, ya sea pechuga, filete, calamar o tortilla. No faltan los sándwiches, los de toda la vida, ni las hamburguesas, tan de moda. Mucho vino con DOP Sierra de Salamanca. Julio es el cocinero y es de Arapiles.
Por tanto, está acostumbrado a batallar en la cocina. Para el arroz con bogavante y la chanfaina es preferible reservar. Abre a las siete de la mañana, café y tortilla garantizados. Solo cierra el lunes por la tarde. Sin duda, merece la pena pararse en el Mati, camino de Linares, Tamames, Vecinos y el paraíso salmantino de la Sierra que llaman la Toscana salmantina.
Todo, incluida la sonrisa de Mati, lo podéis comprobar cualquier día de la semana menos el lunes por la tarde. El que haya comido un buen plato combinado, un bocadillo o un sándwich de urgencia y no se haya dejado llevar por el placer de comer unos callos, un morro rebozado y triscar con los dientes un pedazo de jeta que levante la mano. Gracias, Mati, por ese medio siglo con nosotros.