Diario de Valladolid

SEÑORÍO DE VILLÁLVARO (SORIA)

De la viña del abuelo al Gourmet

La inquietud de Luis Mariano y Laura por las vides de sus ancestros conquista el mercado llevando a revitalizar variedades de vino y uva

Luis Mariano López extráe una muestra de su Albillo Mayor Barrica para comprobar en qué punto de madurez se encuentra y decidir cuándo está listo.  /

Luis Mariano López extráe una muestra de su Albillo Mayor Barrica para comprobar en qué punto de madurez se encuentra y decidir cuándo está listo. /Mario Tejedor

Publicado por
Antonio Carrillo
Valladolid

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La demanda y la excelente acogida les llevan a crecer, pero siempre sin perder la raíz de su tierra. La Bodega Señorío de Villálvaro ha pasado de ser una ilusión por mantener vivas las viñas de los abuelos a multiplicar por 10 la superficie aprovechando la genética de las vides originarias. El otrora olvidado Albillo Mayor es el motor de un proyecto que trabaja el tinto, el blanco y el clarete 'ojo de gallo' que José Antonio Gaya Nuño consideraba definitorio de la Ribera del Duero de Soria y que acabó reducido a la elaboración doméstica. Hasta ahora.

Luis Mariano López y Laura Criado están detrás de una idea que surgió del amor a la tierra y ya se cata en Suiza, con la idea de llamar a la puerta de Estados Unidos. «Nace de los abuelos de Luis Mariano, mi pareja», explica Laura. Tenían unas viñas en Villálvaro que pasaban de generación en generación, hasta el punto de que «no recuerdan quién las plantó. Algunas pueden tener más de 200 años».

El pueblo es de honda tradición vitivinícola y cada familia elabora lo suyo, contando con un concurso anual para medirse. Pero no trascendía más allá de sus fronteras. Sin embargo «le picó el gusanillo con el vino tradicional, con ese ‘ojo de gallo’, y por lo blanco». Las primeras pruebas llegaron en 2012 constatando que la variedad autóctona del Albillo Mayor, ahora ya incluida en la Denominación de Origen, languidecía. «Lo arrancaron porque no daban nada por la uva. Los abuelos de Luis no quisieron arrancarlo y hasta hace poco fuimos de los pocos que lo mantuvimos», añade Laura sabedora de que ahora es una uva al alza.

Los primeros 'experimentos fueron satisfactorios y en 2018 estaba claro el nacimiento de Señorío de Villálvaro, aún sabedores de que la base «no es una uva fácil». Pero sí histórica, porque «es el ‘padre’» genéticamente hablando de otras como el Tempranillo. Pronto se vio una vía para crecer, la que marcaba una demanda que en ocasiones llega a agotar las añadas.

Y es que los inicios se hicieron con esas pequeñas parcelitas caleidoscópicas que tanto definen a la provincia de Soria. ¿Cuántas hectáreas tenían al principio? Laura resopla porque no se podía medir la superficie. «En el viñedo viejo va por líneas, es todo minifundio. Las 10 de aquí son mías y a 20 metros tengo otras 10». Tocaba crecer y se hizo manteniendo la genética que parecía abocada a la desaparición.

«Hemos estado inmersos los últimos cuatro años en el proyecto de plantar viñedo nuevo con el mejor material del viñedo viejo. El terroir del pueblo te da plantas únicas en cada zona». Dentro del «montón de genotipos que tenemos aquí» se extrajeron los sarmientos seleccionados y se llevaron al vivero para injertarlos en vid americana, garantizando la resistencia a la filoxera. Resultado: «Hemos plantado alrededor de 20 hectáreas» por las que fluye la savia de sus ancestros tanto en Albillo Mayor como en Tempranillo.

Con estas bases la gama actual se compone de un blanco, el SV Albillo Mayor Barrica, que no se considera crianza como tal aunque sí fermente y repose en roble, algo no muy común dentro de esta categoría de vinos, que suelen consumirse del año. Pero Laura y Luis Mariano lo tenían claro para decidir que el vino está para embotellar cuando está en su punto óptimo, sin encasillarse en un período concreto de crianza. «Hay añadas con siete meses y otras con cinco. Lo importante es que esté perfecto para salir ese año».

TAMBIÉN EN TINTO

Algo similar ocurre con el tinto crianza, que en este caso sí luce la 'faja' con la que la Denominación de Origen reconoce su reposo. El SV Tinto Crianza 19 meses luce la una medalla Grand Gold y una Gold del de la competición internacional Catavinum.

Mención aparte merece su SV Tinto Selección Especial, también doblemente premiado. «Es un vino de producción muy limitada» para el que generalmente se emplea «la mejor barrica de cada añada». Sólo se emiten 313 unidades numeradas cada año. Laura explica que incluso la botella, «que vacía pesa 1,2 kilos», está pensada para optimizar las fluctuaciones de temperatura en su «crianza subterránea y natural». Pura orfebrería vinícola.

Para completar el catálogo no puede faltar el 'capricho' que prendió la mecha, el SV Clarete Barrica. Tinta del País y Albillo Mayor, cinco meses de crianza en su barrica de roble donde se fermenta, levaduras 100% naturales autóctonas, sin ningún añadido... Vaya, aunque «adaptados a los nuevos tiempos de ahora, es lo que hacían los abuelos en casa».

Lo que comenzó siendo una inquietud ahora crece en número de clientes y en buenas valoraciones. «Nos gusta que sean sinceros», apunta Laura. «No somos de hablar de tecnicismos del vino. Prueba vino y, el que te guste, para ti será el mejor», asevera sobre una marca con sus seis medallas internacionales pero que por el momento se mantiene con los pies en la tierra en todos los sentidos. «Te encuentras de todo, pero a nivel general cada vez tenemos más clientes que repiten» y esa es la mayor satisfacción para Señorío de Villálvaro.

A estas alturas está claro que son gente inquieta y por ello, tras las 20 nuevas hectáreas de viñedo, toca pensar en la vertiente enoturística. Tienen una joya. El antiguo lagar comunal «tiene inscrito en la piedra 1939 pero es anterior. Es el último de Villálvaro. Cada cual llevaba su uva, se pesaba y después se llevaba el vino que le correspondiese. Era de ‘veintitantas’ familias. Es parte de nuestra bodega y queremos musealizarlo para abrirnos al enoturismo. Hasta ahora hemos tenido algunas visitas de clientes, de periodistas, pero no teníamos un paquete enoturístico como tal».

Mientras tanto Villálvaro lleva bien lo de que su nombre se asocie a vinos de calidad y trascienda más allá de los caldos que cada familia sigue elaborando para consumo propio. Los viticultores de la zona ven con cierto orgullo «que le da más valor. Llegas a puntos donde no se conoce Villálvaro y se habla del viñedo viejo de Soria, saben la calidad que hay».

«Aquí hay mucho arraigo al viñedo», prosigue. Por ello ensalzar la calidad de la uva local «es beneficioso para todos». Más allá de su propia bodega y aunque ella no es autóctona destaca «qué buen vino hacen en Villálvaro. Hay que mantener este patrimonio y esta costumbre arraigada».

En su caso presume de «viñas de entre 80 y 200 años» como base genética que se expresa en sus vinos. Pero asevera también que cada pueblo de la Ribera del Duero de Soria traslada su personalidad «y de alguna manera cada zona se expresa» configurando una oferta poliédrica. «Cada pueblo tiene su esencia concreta: Atauta, Alcubilla, Villálvaro... Cada uno intenta expresar su zona y al probarlos no dices ‘es un vino de Soria’. Son distintos». En su caso, además, con la tradición en el ADN.

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