Mayorga despierta al sueño del vino del siglo XXI

David Urquizu está al frente de la dirección de una bodega que ha devuelto a Mayorga de Campos la dignidad de los viticultores. Su abuelo, David Llorente, fue el fundador de esta bodega que, en su embrión, formó parte del movimiento cooperativo de la región. Óscar de la Viuda es el responsable de los procesos de elaboración. Su abuelo, Pablo, fue otro de los fundadores. Virginia Caso es la cara que recibe a los visitantes cuando entran en las nuevas instalaciones de la bodega, preparadas para recibir enoturistas y consumidores. Su abuelo, Eustaquio Caso, también formó parte de aquellos viticultores terracampinos que, en los años 60, tuvieron un sueño. Todo empezó en la añada del 64. Han pasado cincuenta y cinco años y aquel sueño de un grupo de doscientos cincuenta viticultores de Mayorga y los alrededores se cumplió. En poco tiempo, la unión de todos, la apuesta por unas nuevas instalaciones que en aquel tiempo eran lagares modernos permitió que sus viñas fuesen rentables. En ese momento, los mayorganos pusieron a su cooperativa vinícola el nombre de una histórica comarca de la Tierra de Campos: Ribera del Cea. Pero llegaron los años 80 y el sueño fue apagándose, hasta el extremo de que hubo un momento en el que estuvieron a punto de desaparecer la viña, la bodega y el propio edificio. Aquellos años de cinco millones de botellas y en los que se mantenían dos mil hectáreas en el entorno ya son parte de la historia de la viticultura en el siglo XX. Y ahora es cuando empieza la segunda revolución de la bodega de Mayorga. Toma el nombre de Meóriga, un guiño a la raíz y a las fuentes. Un grupo de jóvenes se pone al frente, liderado por Urquizu, y acierta desde el principio. Lo primero, plantar viña. En torno a sesenta hectáreas que garantizaran la materia prima. El 60% es variedad tinta Prieto Picudo; 20% es Verdejo; 10%, Albarín; 10%, Tempranillo, y, además, unos cuantos líneos del cepaje Gewürztraminer.

Recientemente, ese grupo de socios, nuevos propietarios de la bodega, inauguraron las nuevas instalaciones, esta vez haciendo realidad un sueño anclado sentimentalmente en el pasado, pero con la vista puesta en la modernidad, en los nuevos criterios enológicos –en manos del curtido enólogo David Cabezón–, en una viticultura profesional, en la gestión comercial… que garantizan que medio millón de botellas tenga su mercado todos los años. Cubren así una gama impresionante de vinos que ya ha logrado irrumpir en la memoria colectiva del consumidor. Su blanco semidulce Esencia; el albarín blanco; el varietal blanco de gewürztraminer; el rosado semidulce; el rosado madreado; los tintos en todas sus categorías jóvenes, robles, y reservas de prieto picudo. Entre otras novedades, el vermú Tabira.

La bodega Meóriga acierta en su reto del siglo XXI. Ha sabido respetar la arquitectura industrial, que es también un patrimonio cultural heredado del pasado. La propia estructura de la vieja cooperativa ha permitido encajar en ella una nueva visión de espacios que se han convertido en salas de catas, naves de crianza y salas de recepción de visitantes y espacios expositivos… Un interior donde destacan los grandes depósitos de cemento que se integran con las nuevas tecnologías en el proyecto enológico de Meóriga. La pertenencia a la DO León es otro acierto, pues Mayorga, sus Prieto Picudo y sus vinos de aguja son, inexorablemente, la rama terracampina de los vinos leoneses, que hoy concentran su fuerza del pasado en la DO León. El resultado histórico de la fusión de tres comarcas vitivinícolas no menos históricas que fueron Valdevimbre, Los Oteros y la Ribera del Cea. Un territorio en el que los dos grandes ríos de vino se llaman Esla y Cea.

Bodegas Meóriga ha contribuido, además, a completar el mapa vitivinícola de los vinos de calidad de la provincia de Valladolid, que con la incorporación de Meóriga, dentro de la DO León, suman cinco zonas de vino en la provincia.