Diario de Valladolid
Santiago Arroyo, en una de las salas de barricas de su bodega en Sotillo de la Ribera.-

Santiago Arroyo, en una de las salas de barricas de su bodega en Sotillo de la Ribera.-

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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El crecimiento de la DO Ribera del Duero ha sido notable. Se ha generado un rentable foco de inversión y ha supuesto un revulsivo económico y social en todo su ámbito geográfico. Nuevas bodegas y bodegueros llegados de otras zonas han irrumpido en los mercados nacionales e internacionales y los vinos de la DO se han hecho un hueco importante entre los gustos de los consumidores. También en las puntuaciones y menciones de concursos internacionales y prescriptores del vino. Pero es conveniente señalar entre todo el conjunto de bodegas, aquellas cuyas raíces estén vinculadas al terruño ribereño, son pocas las que a estas alturas siguen en las manos de sus fundadores. El de Santiago Arroyo es un buen ejemplo, pues heredó de su padre su amor a la viña y al vino en su pueblo. Nació en la añada del 31 y su vida ha estado ligada indisolublemente al pueblo que le vio nacer. Su nieto, Iker Ugarte lleva la dirección de la bodega que tiene su nombre, Santiago Arroyo. Situada en Sotillo de la Ribera, en el corazón de la Ribera del Duero burgalesa. Santiago repite lo de que su pueblo es el único que es de la Ribera de verdad, pues es el único que en su topónimo alude a la Ribera. De ahí que Santiago diga que sus tintos tienen una «clara raíz ribereña». Pero hay más, porque Sotillo siempre fue uno de los pueblos más vinateros del entorno y, como tantos otros, encontró en la cooperativa local el inicio de la salvación del vino y de alguna manera, el primer salto a la modernidad. Se trata de la bodega cooperativa San Jorge, fundada en los años 60 y que entró en declive casualmente cuando el fenómeno de los vinos de la DO despertaba en esta parte del Duero burgalesa. Ese fue el motivo por el que Santiago no dudó en hacerse con ella y, sobre sus paredes y en el mismo sitio, iniciar un proceso de cambios y modernización hasta conseguir que la bodega se hiciese un hueco en los mercados del vino de calidad. Para ello, reformó totalmente las técnicas de elaboración dotando al viejo edificio de la tecnología necesaria para afrontar el reto de obtener tintos con Denominación de Origen. Desde el principio ha seguido fielmente las tendencias que marcaban la personalidad de los vinos del Duero. Sobre dos pilares fundamentales: la materia prima y el parque de barricas necesario para la definición de unos tintos obligados a envejecer en barricas de roble. El enólogo de la bodega, Víctor Martínez, formado en la escuela de enología de Palencia y natural de Aranda de Duero, se enfrenta hoy al diseño de unos vinos cuyas uvas proceden del mismo término municipal de Sotillo de la Ribera y envejecen en un parque de cerca de 2.000 barricas de roble de distintas edades, a las que hay que añadir los cinco tinos de roble de mayor volumen. Santiago Arroyo defiende la personalidad de sus vinos aludiendo al carácter que les confiere las uvas que proceden de las plantaciones de viñedos propios, prácticamente todas ellas en el término municipal de Sotillo de la Ribera, con un predominio de la variedad Tempranillo. Iker destaca que la bodega sigue fiel a su producción propia, describe la situación de las viñas a una altitud entre 900 y 950 metros y la variedad de pagos dentro del mismo término, entre otros «Otero», «El Caño», «Valdelahuerta», «El Doradillo», «El Pajarillo» y «El Berral». Son viñedos, en su mayoría de Tinta del País, (Tempranillo) excepto 5 ha. de Merlot dentro del pago de «Otero» y 5 ha. de Cabernet Sauvignon en el de «Valdelahuerta»; todas ellas sobre suelo arcilloso-calizo.

Elaboran medio millón de botellas al año. El 25% se exporta a diferentes países y la presencia de la marca Arroyo ya está afianzada en el mercado nacional. Actualmente, la bodega comercializa tintos de todas las categorías: joven, roble, crianza y reservas con las marcas Arroyo y Señorío de Sotillo.

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