Diario de Valladolid

El espíritu de Cuba en Ávila

Inspirado en los paladares cubanos, abrió sus puertas a finales de 2015 en el barrio abulense de la Aldea del Rey Niño

Ángel Aníbarro en la entrada de su establecimiento.-ANTONIO GARCÍA

Ángel Aníbarro en la entrada de su establecimiento.-ANTONIO GARCÍA

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Antonio García

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Suele decirse que en ocasiones pueden convertirse en oportunidades. Y así parece que le ocurrió a Ángel Aníbarro cuando, después de 22 años trabajando de administrativo para una empresa de construcción, fue despedido como consecuencia de un ERE en plena crisis económica.

Esa adversidad la convirtió en oportunidad, ya que en ese momento Aníbarro decidió realizar el ciclo superior de dirección de cocina en el IES Jorge de Santayana. Una vez concluido, su «ilusión» consistía en poner en marcha un restaurante en Ávila, donde vive; sin embargo, los elevados precios de los locales le hicieron decantarse por adquirir una casa en la Aldea del Rey Niño, un barrio anexionado de Ávila, situado a apenas diez kilómetros de la capital.

Dada su relación con este núcleo de población, decidió adquirir la casa que perteneció al ‘tío Nicomedes’, una persona muy popular en la Aldea, llegando en su momento a ser alcalde. Esta compra le marcó a Ángel Aníbarro y al negocio que puso en marcha y al que ahora da nombre: El Paladar de Nico.

Como anécdota, Aníbarro comenta que, teniendo en cuenta a quién perteneció la casa y que en el pueblo «hay varias personas que se llaman Ángel», como él, su nombre pasó a ser inicialmente Ángel Nicomedes, para convertirse en Nicomedes, antes de quedarse con el apodo por el que le conocen los vecinos: Nico.

De ahí viene el nombre de El Paladar de Nico, un original establecimiento inspirado en los paladares cubanos situados en casas particulares cuyas familias dan de comer en ellas a los clientes que deciden tener una velada en un ambiente íntimo y familiar.

Su decisión de poner en marcha un paladar tuvo su origen en el viaje que Ángel Aníbarro realizó a La Habana en 1996. «Me llamaron mucho la atención los paladares, me encantó ese tipo de negocio y nunca se me ha olvidado», explica este cocinero que decidió poner en marcha esta original iniciativa.

Para ello, tras adquirir la casa del ‘tío Nicomedes’, realizó la rehabilitación de lo que fue la antigua panera, donde se guardaba el trigo, la leña… Él mismo participó en las tareas, hasta conseguir un lugar acogedor en el que desde el 1 de noviembre de 2015 da de comer a un máximo de doce comensales para los que reserva ese espacio a la entrada de la casa, al que se accede desde el exterior tras atravesar un pequeño patio.

Situado en las proximidades de la iglesia, previamente utilizó esta habitación como lugar reservado para las comidas o las cenas familiares o con los amigos, antes incluso de pensar que se pudiera convertir en un paladar.

Aunque inicialmente no había pensado en esa posibilidad, finalmente decidió aprovechar la antigua panera como negocio. En un principio lo puso en marcha a modo de prueba, pero viendo los resultados, decidió seguir adelante con la idea y el día de Todos los Santos de hace cuatro años comenzó una actividad que no ha parado.

Eso sí, sólo lo abre cuando tiene reservas, ya que necesita conocer los menús con dos días de antelación para realizar la compra precisa. De un tiempo a esta parte, cada vez con más las reservas que recibe, especialmente entre semana, ya que los fines de semana suele estar reservado con más asiduidad.

Aunque el espacio está pensado para un máximo de doce personas, eso no quiere decir que si la reserva es para dos, tres, cuatro o una cifra inferior de comensales, Ángel Aníbarro no cierre la antigua panera para todos ellos.

Se trata de un espacio acogedor e íntimo, en el que los clientes pueden disfrutar de un ambiente familiar y de confianza. El cocinero sólo irrumpe cuando es llamado entre plato y plato o para realizarle alguna petición.

Aníbarro muestra con orgullo este pequeño rincón que trae a Ávila es espíritu de los paladares cubanos, al mismo tiempo que presenta un enorme y delicioso pan casero, elaborado con masa madre por él mismo.

El propietario de este singular paladar abulense define su cocina como tradicional, con una carta que cuenta con un menú único y otros dos a elegir. En el primero figura un aperitivo de langostinos asiáticos, una ensalada templada de brotes tiernos con vinagreta de frutos secos y virutas de micuit de pato, media ración de bacalao a la vizcaína, media ración de carrilleras de vino tinto y un postre casero. Todo ello por 20 euros.

Uno de los otros dos menús incluye la posibilidad de elegir entre un entrante y un plato principal, por 20 euros también, y el segundo menú da la posibilidad de elegir un entrante del anterior y para el plato principal entre rape en salsa americana, cachopo, solomillo de ternera, entrecot o chuletón, con un postre casero. El precio en este caso es de 23 euros.

La carta, que también contempla la posibilidad de menús para grupos, cuenta con una oferta de vinos de Rioja, Ribera del Duero, Rueda, así como cervezas de buena calidad.

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