Diario de Valladolid
Publicado por
JAVIER PÉREZ
Valladolid

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Hubo un tiempo que en el mundo del turismo nos matábamos por una buena panorámica. Aquel que conseguía una foto aérea rozaba el cielo –y nunca mejor dicho–. Desde esa altura apenas se percibían los encantos que pretendemos mostrar en la oferta turística. La revolución audiovisual nos ha proporcionado en la información gastronómica y en el turismo cultural y de naturaleza una herramienta ágil, vigorosa y contundente a través de las redes sociales, pero la imagen sigue imperando aunque a veces se eche en falta más coherencia en los textos que acompañan a las campañas turísticas. Pero es el síndrome del momento, en el que una imagen en movimiento pesa más y es más rentable en el vértigo marquetiniano al que sucumben instituciones, empresas, hombres y mujeres. Pensándolo bien, igual al final los drones nos sacan de apuros, porque tanta ocupación del espacio aéreo, tanto vuelo sin motor y tanta imagen a larga distancia no solo nos está alejando del contacto cultural y físico con los entornos, sino que está sirviendo para que el espectador, el turista y el viajero se vea obligado a convertirse en un buitre leonado dando vueltas girando con la inercia de las térmicas pasar seguir la pista. Habrá que bajar algún día las cámaras al horno, al plato, a la uva, a la sombra de la encina y a la predela del retablo. No se puede volar permanentemente sobre lo que se quiere contar y para contarlo bien hay que dominar la literatura descriptiva. Y subir peldaños en los campanarios, como toda la vida de Dios, para una foto de altura. ¡Dios mío, qué dormida está la crónica viajera, que es la más sincera y real de las disciplinas del árbol del periodismo! Me subo a esta rama a diario y procuraré no caerme

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