Diario de Valladolid

Barrio a barrio

La calle vallisoletana de la cárcel y de París

Conocida popularmente como ‘la calle de las librerías’ por albergar cuatro y haber perdido dos y una papelería mítica, Fray Luis de León tuvo palacios, acogió la cárcel de la Inquisición y de ella nace el Pasaje Gutiérrez, inspirado en las galerías comerciales parisinas

Vehículos estacionados en la calle Fray Luis de León en 1971

Vehículos estacionados en la calle Fray Luis de León en 1971ARCHIVO MUNICIPAL DE VALLADOLID

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Es un paréntesis de la ciudad. Una pequeña vía estrecha, muy estrecha, en la que, sin embargo, al adentrarse en ella la luminosidad detrás de los mostradores (algunos acumulan décadas de historia) vence a la oscuridad que le otorgan sus edificios. Fray Luis de León fue conocida cotidianamente como ‘la calle de las librerías’, y podría decirse que aún sigue resistiendo como tal aunque haya perdido algunos emblemas. Tuvo además varios palacios de los que queda un estiloso representante; es activa, pero no demasiado; céntrica, pero no en el medio de todo, y de ella parte uno de los espacios más peculiares de Valladolid, un pasadizo que es una seña de identidad de la ciudad ya que conserva la imagen fiel de lo que fueron las galerías comerciales cubiertas de las capitales europeas de la segunda mitad del siglo XIX, y en especial, las parisinas.

El Pasaje Gutiérrez (inaugurado en 1886) emana en uno de sus extremos de Fray Luis de León y es un lugar de la arquitectura y el diseño, con globos de luz, tejas de vidrio y cubierta de hierro, se conjugan para trasladar al viandante a esos rincones franceses donde las tertulias, las copas y el café se dan con un atrezo especial. Varios bares y una galería de arte dan vida a este atractivo turístico con una escultura de Mercurio (dios del comercio) en su rotonda circular central bajo una cúpula de cristal.

La idea partió de un empresario cántabro, Eusebio Gutiérrez, que encargó el pasaje al arquitecto de la fachada del Calderón y del Colegio San José, Jerónimo Ortiz de Urbina, para engarzar las zonas de la plaza Mayor y la catedral.

Al salir por Fray Luis de León se desemboca en una vía enclavada entre Regalado y Alonso Pesquera menos transitada que López Gómez, que la cruza, pero con negocios que perduran en le tiempo, aunque han contado algunas bajas..

Con el nombre de la calle sucede lo mismo que con alguna de otros ilustres personajes en Valladolid como la de Colón: surge de una equivocación histórica. Fray Luis de León (1527-1591) fue un religioso agustino, teólogo, poeta, astrónomo y humanista abulense de la escuela salmantina, y quienes decidieron honrarse dándole en el siglo XX su nombre a esta vía creyeron que estuvo preso en ella. Pero al parecer se equivocaron.

Cuenta el cronista Juan Agapito y Revilla en su glosa sobre las calles de la ciudad que le pusieron esta nomenclatura porque pensaron que en la cárcel de la Inquisición que un día estuvo ubicada allí, sita en el número 17, permaneció preso. Sin embargo, el propio Agapito y Revilla desmontó esta creencia al descubrir que no casaban las fechas.

Pero el nombre se mantiene. Antes apareció en el callejero como la del Obispo, porque el obispo de Palencia poseyó muchas casas en ella –según la teoría más extendida, aunque no la única– y después fue la de Pedro Barruecos, que hoy se limita a un pequeño tramo como continuación a Fray Luis de León entre Alonso Pesquera y La Merced.

En la esquina del final de Fray Luis de León se encuentra una de las cuatro librerías que aún conserva. Entre las estanterías de En un bosque con hojas, regentada por Ana García, se encuentra Samuel, que recuenta algunas pérdidas míticas: «Cerró la librería Bruño, aunque seguimos cuatro, y el clásico bar Mota también cerró por jubilación, hoy convertido en Encanto y bajo las riendas de Fani. Era famoso en Valladolid por sus calamares y bravas. Había colas por los bocatas de tortilla», recuerda quien asegura que la calle «no ha tenido muchos cambios radicales», y ensalza el palacio que fue casa del marqués de Castromonte y en el que además de viviendas y oficinas se encuentra el restaurante Suite 22.

Unos pasos más allá permanece otro negocio de libros, en este caso de idiomas. La mítica Eurobook, en manos de Pablo de Garay, lleva a pie de calle desde un Día del Libro de hace 30 años. Pilar, dependienta de la tienda, comenta que coincide en que la esencia se mantiene. «Se han modificado un poco los negocios y por lo demás es una calle estrecha con bastante contaminación para desgracia nuestra».

En Petrarca, una papelería y librería que forma parte de ese cuarteto que resiste, su dueño Javier Cantera lleva desde 1983 despachando a un público fiel. «De aspecto, parecido. Un poco más de tráfico de coches que antes y de personas, menos», apunta.

Desde Maxtor, «librería generalista con fondos especializados, libro antiguo y de ocasión y facsímiles de sello propio», Carlos cuenta cómo «el mundo de papel estaba todavía más establecido en la calle antes de que cerraran Bruño, Tierra y La Pajarita, una papelería que era algo especial». «Es una calle con dificultad para el tema comercial porque aunque en parte es céntrica está un poco escondida, pero afortunadamente la gente ha seguido viniendo a los diferentes comercios que hay, y pese a no ser muy comercial muchos nos hemos mantenido muchos años». Maxtor abrió en esta ubicación «en el 89 o 90» y antes estuvo en Gondomar. «Lo peor es que sea tan estrecha y el tema de la polución, de la luz, que al ser tan cerrada...».

Precisamente en Metrópolis, tienda de cómics, juegos de cartas y del hobby en general, Álvaro Alonso señala que «lo peor es en invierno la zona es más oscura y está poco iluminada». «Se echa la noche y no veo al cerrar la puerta. Lo mejor, que estás en el centro y es muy tranquila».

En la Academia de dibujo Pati Duque, quien da nombre al negocio hace un llamamiento: «Queremos peatonalización porque las aceras son muy pequeñas», apunta.

En la joyería Diago, José María, como uno de los veteranos de la zona, lleva «por lo menos 34 años» en ese local, regenta un negocio familiar en el que también trabaja su hijo Omar. Ambos reconocen que «les gustaría más movimiento de gente», y subrayan que la que va «es agradable»: «Hay buen ambiente tanto con los vecinos como los comerciantes de otras tiendas». Omar hace una comparativa para definir la situación actual de la calle: «Hay días que parece un pueblo aislado y vas, te asomas a López Gómez y lo ves lleno».

Al cruzar la calle aparece la escultura del arlequín inaugurada en el 98 y dos bancos que dan un descanso a esta alargada rama de la ciudad.

Desde la tienda de regalos Como tú, Ramón observa la calle desde hace 28 años. Otro clásico de la zona es Javier, de la Copistería Pasaje, que cuenta 24 años a pie de calle. Entre los pianos y las guitarras de Videoson, «la tienda de música de toda la vida», María Dolores, responsable de la tienda, asegura que se mantiene «gracias a los colegios». «Tenemos cerca La Salle, el San José, Las Carmelitas del Jesús y María y el Rafaela María, este en esta misma calle. Eso da vida», concluye. 

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