Diario de Valladolid
De dcha. a izda.: Emilio Viejo, Nano Morejón, Alberto Viejo y Chencho Valbuena, en el interior de la cueva en Roales de Campos.-

De dcha. a izda.: Emilio Viejo, Nano Morejón, Alberto Viejo y Chencho Valbuena, en el interior de la cueva en Roales de Campos.-

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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Todo empezó en la añada de 2011 cuando Emilio Viejo decidió dar un salto al futuro. Hasta la fecha, lo que había hecho era mantener la tradición de su pueblo, Roales de Campos, y de su familia, elaborando vino en la bodega subterránea. Pero el futuro pasaba inexorablemente por actualizar las técnicas de elaboración, seguir criterio enológico para entrar dentro de una Denominación de Origen y así nació Belote. Un barco en el que navegan desde entonces los Cuatro de Roales: Emilio Viejo, su hijo Alberto, Nano y Chencho. Todos con un denominador común: son roalinos y pasaron de ser amantes del vino, de la bodega y de su pueblo a convertirse en bodegueros y elaboradores de vinos de calidad hoy. El sueño no ha terminado aún, estando en el horizonte el apostar por las plantaciones de viñas en Roales de Campos. Hoy apenas queda una hectárea, un panorama muy diferente al que conocimos hace unas décadas, en los años sesenta, cuando esta localidad vallisoletana y terracampina, fronteriza con Zamora y León, conoció años de esplendor de viña y vino, dentro de la Comarca Ribera del Cea. Pero los Cuatro de Roales apostaron desde el principio y no quisieron perder de vista el majuelo, la viña y la producción propia. En primer lugar, adquirieron en el término de Mayorga dos hectáreas de viña de uva prieto picudo.

Aun hoy, siguen elaborando con la materia prima de esos viñedos, además de adquirir alguna partida a viticultores de la Denominación de Origen Tierra de León, a cuyo consejo regulador pertenecen y están inscritas sus viñas. Esta es la historia con la que se encontró el enólogo leonés Rubén García cuando contactó con ellos para coordinar la imagen y el marketing de una minúscula bodega que empezaba a destacar. A partir de ahora, los vinos de cueva, como a ellos les gusta llamarlos en alusión a las cavidades subterráneas tradicionales de esta parte de Tierra de Campos, han iniciado un nuevo curso. Las vinificaciones, los procesos de fermentación, la utilización de tinas de barro y depósitos de cemento, así como barricas de roble nuevo, han ido definiendo los vinos de esta pequeña bodega que ha demostrado que Emilio Viejo tenía razón cuando se propuso elaborar en la cueva de sus mayores los vinos de calidad con Denominación de Origen que beberán los nietos de sus nietos. Una historia más de esas que todavía hacen del mundo del vino un nicho de emociones, de iniciativas económicas en el medio rural y de apuestas por el vino de calidad, como demuestran los premios obtenidos en concursos internacionales recientemente. Bodegas Belote es, además de una iniciativa vitivinícola de corta producción y marcado carácter rural, un canto a la cultura de la tierra y a las construcciones subterráneas. En definitiva, un canto a la arquitectura tradicional. La distribución de las distintas fases en el interior de la bodega y el cuidado de la misma, les ha granjeado el aplauso de foros profesionales vinculados al patrimonio y a la arquitectura. Su último reto, el proyecto de micromecenazgo que irrumpe en iniciativas de estos tamaños en los últimos tiempos, el denominado crowfunding, está sirviendo para que sus vinos de cueva tengan más aceptación, sumen adeptos y sean más rentables. La bodega elabora en torno a veinte mil botellas al año, en principio de la variedad de uva prieto picudo y las marcas son Belote, Calandria Tinto y Calandria Rosado.

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