Diario de Valladolid

PATRIMONIO

Zamora, ciudad románica

Conserva cerca de 30 construcciones representativas de este estilo que le han permitido ser la única ciudad española en la red europea Transrománica

Imagen de la catedral de Zamora de noche con su característica cúpula gallonada. Está declarada Monumento Nacional desde finales del siglo XIX.-JOSÉ LUIS CABRERO

Imagen de la catedral de Zamora de noche con su característica cúpula gallonada. Está declarada Monumento Nacional desde finales del siglo XIX.-JOSÉ LUIS CABRERO

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Jose Luis Cabrero

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Zamora es ciudad románica, aunque lo sea también modernista, aunque tenga destacados palacios renacentistas, aunque acumule premios a su arquitectura contemporánea. Zamora es ciudad románica porque sus construcciones han sido capaces de hacer frente a los siglos con holgura y los siglos XI y XII fueron pródigos en esta tierra.

No es difícil descubrir el arte románico en la capital zamorana a través de templos religiosos y edificios civiles. Tras cada esquina del casco histórico medieval, en cualquiera de sus barrios, incluso en las calles más comerciales se encuentra alguno de los casi 30 elementos románicos que han pervivido al paso de los años y que le han permitido a la ciudad integrarse recientemente en la Red Europa del Románico, Transrománica, una organización de carácter europeo de la que forman parte Alemania, Austria, Francia, Italia, Portugal, Serbia, Rumanía, Eslovaquia y España.

Zamora es una ciudad pequeña, o para decirlo mejor, tiene un tamaño suficiente para poder ser recorrida a pie sin grandes esfuerzos, lo cual es una ventaja a la hora de hacer un recorrido por las construcciones de mayor interés.

La mayor parte de los edificios románicos se encuentra en la zona centro de la ciudad y sólo para disfrutar de algunos de ellos es necesarios aproximarse a los barrios que lo circundan, pero tampoco supone un problema, sólo algo más de tiempo y capacidad para descubrir cualquier joya allí donde menos se espera.

No es mala idea iniciar un recorrido por el románico zamorano partiendo de la catedral no sólo porque es el templo más significativo de la ciudad sino porque en torno a ella se encuentra un buen número de lugares en los que detenerse con esmero.

La catedral, declarada Monumento Nacional desde finales del siglo XIX, se encuentra en la zona alta de la ciudad, al final del casco antiguo y sobre una atalaya que permite tener una visión del río Duero y los barrios bajos. Es una iglesia recogida, la más pequeña de Castilla y León. En el exterior merece la pena fijarse en el cimborrio de piedra gallonado, que constituye la gran joya del románico zamorano, la torre de más de 40 metros y la puerta del Obispo, situada en la parte de atrás de la zona de entrada. En el interior se encuentra el museo catedralicio, donde hay una magnífica colección de tapices flamencos. En las capillas interiores se pueden ver también algunas de las tallas que desfilan durante la Semana Santa de Zamora, como es el caso de la Virgen de la Esperanza, Jesús de Luz y Vida, el Cristo de la urna y, sobre todo, el Cristo de las Injurias, una talla del siglo XVI.

Junto a la catedral se encuentra la llamada de forma popular Casa del Cid o Casa de Arias Gonzalo porque se supone que en ella creció el Campeador. Es uno de los pocos edificios civiles románicos que quedan en España. Actualmente es una vivienda particular, así que sólo se puede ver desde el exterior, bien sea desde un lateral de la catedral o desde el mirador que da sobre el río tras atravesar un arco de medio punto abierto sobre la muralla y conocido como Puerta del Obispo.

Desde ese mismo mirador se tiene una perfecta visión del Puente de Piedra, construido sobre el Duero en el siglo XII, aunque ha sido varias veces reformado.

Volviendo de nuevo hacia la catedral, desde la plaza hay que dirigirse hacia el castillo, auténtica fortaleza defensiva de la ciudad durante siglos. Hoy, tras una reforma llevada a cabo hace casi una década, se puede recorrer su interior viendo algunas de las esculturas de gran tamaño realizadas por Baltasar Lobo y llegar hasta las almenas y la torre, desde donde se tiene una espectacular imagen de la catedral y del entorno de la ciudad. Una vez que se abandonan los jardines del castillo, hay que mirar hacia la izquierda para descubrir otro ejemplo de iglesia románica, la del Carmen de San Isidoro, y una de las puertas de la muralla que goza de mayor fama. Se trata del portillo de la Lealtad, o de la Traición, como era conocido hasta hace apenas unos años, el lugar por el que, según la tradición, Bellido Dolfos entró en la ciudad después de haber matado al rey Sancho II, un hecho que puso fin al cerco de Zamora en la segunda mitad del siglo XI.

Atravesando el portillo y los jardines, a uno y otro lado de la avenida, se tiene una visión espectacular de la muralla de Zamora en la que se lleva años trabajando para hacerla más visible, eliminando las construcciones adosadas a los paños históricos. Hay que ir provisto de un buen mapa para descubrir pequeñas grandes joyas como la puerta de Doña Urraca sobra la muralla, la iglesia de Santiago de los Caballeros, una de las más antiguas y también más pequeñas de la ciudad, y, más apartada, la del Espíritu Santo. Junto al río Duero se encuentra también el templo de San Claudio de Olivares, una iglesia que hay que disfrutar de forma calmada, tanto en el exterior como en el interior.

En torno al eje de la calle Santa Clara, centro comercial y neurálgico de la capital zamorana, se encuentra también un surtido ejemplo del arte románico. A la iglesia de Santiago el Burgo, situada en pleno centro de la ciudad, hay que rodearla para poder admirar sus distintas puertas y acceder al interior para imbuirse del espíritu medieval. Hace falta callejear para descubrir también San Esteban, apreciado sobre todo su exterior intocado, y San Vicente, situada esta última junto al Teatro Principal de la ciudad. Al desembocar en la Plaza Mayor, la vista choca de frente con la iglesia de San Juan de Puerta Nueva, sobre cuya portada principal se encuentra un rosetón de piedra que se ha convertido en un símbolo del arte románico de Zamora, reproducido millones de veces en todo tipo de elementos. En la parte trasera de la plaza de Viriato y junto al museo de Semana Santa, se encuentra la iglesia de Santa María la Nueva, otro edificio románico vinculado a la historia y la leyenda, en este caso el Motín de la Trucha, que enfrentó al pueblo con los nobles y provocó un incendio que la destruyó. Merece la pena, por varias razones, desplazarse hasta el mirador de San Cipriano, no sólo para tener una primera vista sobre el río, sino también para descubrir una iglesia muy apreciada.

Siguiendo la ruta natural hacia la catedral y adentrándose en lo más profundo del casco histórico, se encuentra la iglesia de La Magadalena, considerada una de las más interesantes, complejas y mejor conservadas del románico zamorano. Sus líneas puras y la riqueza de la portada meridional son valores exteriores, mientras en el interior hay que ver un sepulcro de una dama desconocida cuya figura aparece sobre el muro.

Más adelante, donde se unen la rúa de los Francos y la de los Notarios, se encuentra la iglesia dedicada a San Pedro y San Ildefonso, un edificio enorme que conserva diversos elementos románicos aunque ha sido reformada en siglos posteriores.

Todavía es posible encontrar en la capital zamorana otros ejemplos de arquitectura religiosa románica. Las ermitas del Carmen y los Remedios y las iglesias de San Antolín y San Andrés aparecen también en el amplio catálogo del románico zamorano.

En los denominados barrios bajos y en la margen izquierda del Duero se encuentran también otros templos románicos como Santo Tomé, donde se ha instalado el Museo Diocesano, La Horta, Santa Lucía, los restos de San Leonardo y, ya al otro lado del puente de Piedra, San Frontis y Santo Sepulcro.

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