Diario de Valladolid

CONFITERÍAS GIL (SALAMANCA)

El apellido famoso por su dulce calidad

Con cerca de un centenar de trabajadores, el obrador de la familia Gil es un emblema en los productos que elaboran para su red de tiendas

Pedro Roldán, uno de los trabajadores más longevos de la empresa, revisando algunos de los productos que elaboran./-ENRIQUE  CARRASCAL

Pedro Roldán, uno de los trabajadores más longevos de la empresa, revisando algunos de los productos que elaboran./-ENRIQUE CARRASCAL

Publicado por
Henar Martín Puentes

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Todos los vecinos de Salamanca lo conocen como ‘el Gil’. Un emblema de la ciudad que con el tiempo, ha sabido mantener la calidad de sus productos como estandarte. Sus tiendas se han convertido en algo más que una marca comercial, es una seña de identidad para los salmantinos.

«Hemos cogido el relevo de los pasteleros del pasado. Tenemos una responsabilidad muy importante», afirma Mariano Matías Jiménez, gerente de la empresa que cuenta con 6 tiendas propias distribuidas en la capital charra y en Zamora, además de otras 15 pastelerías a las que abastece en la provincia salmantina.

En sus palabras se denota la pasión y el cariño que ponen a diario en los más de 400 productos con los que trabajan todos los días. Y es que desde niño ha sido educado en esa vocación por ofrecer siempre lo mejor, seleccionando la materia prima.

Junto a su mujer Mariángeles, representa la segunda generación de esta empresa de pastelería que fue fundada por su tío, Agustín Gil, en 1956 en compañía de su esposa Rosario Jiménez Rodríguez. Su historia hunde sus orígenes en la localidad de Peñaranda de Bracamonte. El padre del fundador regentaba allí un punto de venta de dulces que se llamaba Pastelería Paulino donde Agustín aprendió el oficio, para más tarde comenzar por su cuenta un negocio que ha ido creciendo y diversificando sus productos de repostería.

La vorágine que se palpa en el ambiente del obrador ubicado en el Polígono de los Villares, donde elaboran todos los productos que a diario envían a su red de establecimientos, es constante. Los aromas del chocolate, de los roscones, las tartas y pasteles que se cocinan convierten a este lugar en una despensa única.

Y es que llegan a realizar hasta 700 referencias a lo largo del año. Sin embargo si tiene que elegir algún postre o dulce que sobresalga sobre los demás Mariano Matías lo tiene claro: «El producto estrella es el que se vende todos los días», argumenta.

El calendario de celebraciones no cesa. Empiezan el año con el roscón de reyes, más tarde llegan los panecitos de san Antón, y después San Valentín, y ya enseguida toca celebrar el día del padre, Semana Santa, así sucesivamente hasta llegar a las Navidades, época en la que el trabajo se multiplica con los turrones y los dulces propios de esta época. Su plantilla, formada por cerca de 80 personas, llega a alcanzar un centenar durante estas fechas. Una cifra que revela la importancia que tiene este negocio en una ciudad de 150.000 habitantes.

Los empleados conforman esta gran familia de respostería artesana. Una parte indisoluble sin la cual no se puede comprender su filosofía empresarial. Pedro Roldán es uno de los trabajadores más longevos de la empresa. Lleva desde el año 1975, más de 40 años, recorriendo los pasillos del obrador. «La actividad es muy fuerte, siempre hay mucho que hacer», comenta.

Él se ocupa de la supervisión del manipulado en todo el proceso de fabricación. «Trabajamos siempre con levaduras frescas, el proceso es más lento, pero de mejor calidad». Entra a trabajar al alba para preparar los primeros encargos que se enviarán a los establecimientos que abren sus puertas a las 9 de la mañana.

Pero en este minucioso trabajo es indispensable mantener los estándares de calidad a raya. De eso se ocupa Ana Chordi Miranda, Responsable de Calidad de la empresa. «Se cogen muestras, se envían a laboratorio, vigilamos que se cumplan las normas higiénicas, facilitamos formación a trabajadores», resume. Además, realizan auditorías a las tiendas.

«Lo más importante es cuidar el día a día», afirma sin dudarlo Mariano Matías. Junto a los ingredientes de calidad, el establecimiento se distingue por haber sido pionero en la comercialización. Así fueron los primeros que se decidieron a lanzar el hornazo como un producto más que realizan a lo largo del año y sacarlo de la estacionalidad propia del Lunes de Aguas, día tradicional en el que los salmantinos lo consumen.

Fue de forma casual. Su tío llegó un día fuera de las fechas y encargó un hornazo para su consumo personal, el encargo no llegó a su casa pues se vendió todo. Y así volvió a repetirse la historia sucesivamente hasta que en el obrador lo marcaron como uno de los productos habituales que se pueden encontrar todos los días.

Lo mismo ha ocurrido con las torrijas. Si antes sólo se ofrecían como un postre típico de la Cuaresma, en Gil se puede encontrar todos los viernes en sus tiendas.

Y con el roscón hacen lo mismo. Todos los sábados y domingos elaboran el bocado de roscón. Otro tanto sucede con los buñuelos, que se han propuesto elaborar todos los fines de semana.

La preocupación por ampliar sus productos e innovar es una de las recetas de su éxito. De esta manera han ‘importado’ algunos productos de otras zonas de fuera de nuestro país como los famosos macarons, un dulce típico francés que se puede encontrar en sus puntos de venta todos los fines de semana.

Desde hace más de 15 años cuentan con tienda on line donde ofrecen algunos de los productos que se pueden enviar por encargo a cualquier punto de España como ocurre con el hornazo.

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