Diario de Valladolid

SEGOVIA

Paseo entre los frutos rojos del Acebo

Un itinerario de fácil acceso, de seis kilómetros de longitud y hora y media de duración, recorre el acebal de Prádena

Arriba, un caminante observa de cerca las bayas del acebo. A la derecha, detalle de los frutos rojos de este árbol, cuyas hojas se mantienen verdes y brillantes durante todo el año.-T.S.T.

Arriba, un caminante observa de cerca las bayas del acebo. A la derecha, detalle de los frutos rojos de este árbol, cuyas hojas se mantienen verdes y brillantes durante todo el año.-T.S.T.

Publicado por
TERESA SANZ TEJERO
Valladolid

Creado:

Actualizado:

En el noreste de la provincia de Segovia, al pie de la Sierra de Guadarrama, Prádena tiene fama gastronómica por sus asados de cordero y su caldereta serrana, pero en materia medioambiental es su acebal el que atrae a numerosos paseantes de invierno, en busca del paisaje rojo de estos árboles asociados a la Navidad.

Un fácil paseo, con inicio y final en la localidad segoviana, permite conocer no solo la mayor mancha forestal de acebos del sistema Central sino, también, la espectacular dehesa de sabinas y robles centenarios que crecen junto a la llamativa acebeda.

La Senda al Acebal, como así se denomina en los carteles indicadores, presenta un recorrido sin apenas dificultades en sus cerca de seis kilómetros de ruta prácticamente circular.

El camino que sube a la cuerda de la sierra (a unos 1.900 m.) extendería el trayecto y lo complicaría. Pero hacia el acebal, la mitad del trayecto se hace por caminos que van ascendiendo suavemente para, después, dar paso a un camino de vuelta descendente y sin obstáculos.

El saludable paseo parte del área recreativa El Bardal, junto a la carretera N–110 que no atraviesa Prádena.

Se puede aparcar el vehículo en la explanada cercana a la misma carretera (a mano derecha si se viene de Segovia) o alcanzar aún en coche, unos 300 metros más, hasta dar con una primera valla metálica con portilla que controla el paso del ganado a la dehesa.

Salvo que se viaje con ancianos o niños de silla es preferible aparcar junto a la carretera para evitar tropezar con la falta de aparcamiento improvisado junto a la barrera metálica. (Hay poco espacio y en fin de semana suele haber siempre algún coche aparcado en las laderas).

La senda está bien indicada por lo que la ruta no tiene pérdida si se respeta el camino de la derecha, que deja de lado praderas, mesas para las comidas campestres del verano y enormes sabinas. Una pista de tierra encara la corta ascensión.

En unos tres kilómetros y poco más de media hora, se alcanza la mancha de acebos más extensa del Sistema Central.

Cuentan los folletos divulgativos –que ofrecen en el Centro de Visitantes a la entrada a la localidad– que se trata de unas 60 hectáreas que prosperan algo más arriba del paso de la Cañada Real Soriana Occidental, que faldea la sierra segoviana justo en esta zona.

La llegada a la linde con la Cañada Soriana Occidental se produce entre enebros y robles y no se despista dada a la gran anchura del camino, que por algo es Cañada Real. La señalización debe atenderse al comienzo de la senda, que resulta bastante obvia.

Hay que tener la precaución de no desviarse por la pista de tierra que aparece por la izquierda a unos 900 metros del inicio.

En ese punto, basta seguir de frente y afrontar el repecho que va ascendiendo hasta los prados que marcan el paso de la cañada.

Caminando con la sierra al fondo, la espesura de color verde oscuro y brillante sorprenderá a los paseantes que, rápidamente, comenzarán a identificar los bosquetes de acebos de hoja pinchuda y lustrosa.

Así como los robles y los enebros salpican a veces el paseo con ejemplares solitarios, los acebos parecen partidarios de formar manchas boscosas.

De ahí que los pastores encontraran refugio para guarecer su ganado entre esos bosquetes protectores.

El merodeo por el interior del acebal depende de lo que pretenda cada uno. Es parte de la gracia improvisada del recorrido, que entra y sale de zonas umbrías, entre ejemplares de acebo que alcanzan los 6 y 10 metros de altura y discurre por raíces, helechos y troncos de formas insinuantes.

La mejor manera de organizarse es continuar ladera arriba hasta topar con los lindes superiores del recinto.

Después, basta seguirlos hacia la derecha para dar con el vallado que lo acota por el sur y que aparece recorrido por un camino que, en paralelo, va descendiendo hacia Prádena.

La vista de la localidad en el descenso ayuda a desandar el camino que conduce de nuevo al área de El Bardal.

En total son unos seis kilómetros que, dependiendo de las paradas, pueden hacerse entre hora y media y dos horas.

Aunque los acebos con sus bayas rojas son los que realmente hacen llamativa la senda, el viaje merecería la pena solo por dejarse sorprender por los monumentales robles y sabinas de porte centenario. Se trata de ejemplares gigantes que si no fuera por el acebal ocuparían todo el protagonismo.

tracking