Diario de Valladolid

Equilibrio y sensatez biodinámica

Comercializa 40.000 botellas con las marcas Ardalejos y Cuvèe Joana. Sus tintos se elaboran con la tempranillo de las 25 hectáreas que cultiva en ecológico

José María Galindo con dos botellas d e la bodega .-T. S. T.

José María Galindo con dos botellas d e la bodega .-T. S. T.

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TERESA SANZ TEJERO
Valladolid

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Dicen en Valtiendas que la cosecha de este año, seco y escaso de uva, ha sido de «impresionante calidad». «La mejor cosecha» de los 17 años que lleva dirigiendo Bodegas Vagal este agricultor apasionado por el terruño y su cuidado ecológico.

«Los próximos vinos serán excelentes, aunque por la sequía se haya producido un 50% menos porque el tamaño de la baya ha sido muy inferior, pero ha dado una buena concentración y un equilibrio superior en cuanto a acidez».

Así habla José María Galindo Hernando, el director técnico de esta bodega familiar que fue una de las primeras que apostó en la zona vitivinícola por hacer y comercializar los vinos que siempre se hicieron en las bodegas familiares de la zona.

Vagal unió en sus dos sílabas Valtiendas y Galindo, el apellido de estos lugareños que, en los 60 emigraron a la capital madrileña con la despoblación de asoló el medio rural, para después volver al terruño y dedicarse a la agricultura a título principal.

En los años 80, el padre ahora septuagenario, plantó en el Pago de Ardalejos 7,5 hectáreas de tempranillo que en esta comarca acostumbran a llamar tinta aragonesa.

No deja de resultar paradójico el origen local de este nombre, porque la tinta aragonesa en la Comunidad maña no es otra que la garnacha o mazuelo. «Aquí se apadrinó ese nombre quizás por proximidad con La Rioja», dice el director técnico y bodeguero que en el año 2000 dio un impulso renovado a la producción, pasando del cultivo convencional al más sostenible cultivo ecológico.

La bodega ha sabido adaptarse al mercado cambiante y de aquellas 7,5 hectáreas que cultivaba el padre, duplicaron el viñedo en los 90, hasta sumar 25 hectáreas que permiten embotellar 40.000 botellas de dos vinos de autor, singulares y con sabor a una uva que crece en terrenos de canto rodado y tierras arcillo arenosas.

«El canto rodado es refractario, desprende el calor hacia arriba y es un buen drenante que unido a la arcilla, retiene bien el agua y consigue un tamaño de uva mayor que da vinos muy aromáticos y equilibrados entre nivel alcohólico y acidez; suaves y fáciles de beber».

«Mientras que en el suelo arcillo–arenoso al no tener canto rodado, influye más la sequía, y la uva, más pequeña, concentra más color y sabor; da más volumen. De ahí los dos tipos de vino y de uva totalmente distintos», explica el enólogo.

El director de la bodega no quiere poner el énfasis en el cultivo ecológico: «El protagonismo lo tiene que tener el vino por su calidad, para lo cual, evidentemente confiamos en las prácticas de la agricultura biodinámica», apunta.

Este agricultor y bodeguero recuerda que los antiguos podaban por método empírico, probando a hacerlo en distintas fases lunares. «Así llegaron a la conclusión de que podar en la fase menguante de la luna era lo mejor, porque trae aparejada menor influencia lumínica y lo que ocurre es que en invierno la luna menguante siempre se asocia con la luna descendente, que es cuando las fuerzas gravitacionales de la luna son menores y la planta está más retenida, así que cuando se produce el corte, –la poda–, hay mayor índice de cicatrización y menos penetración de los hongos de la madera que son los que causan las enfermedades criptogámicas de la madera de las viñas», explica.

Ése es el modelo que siguen en la bodega Vagal, donde la tierra del hermoso Pago de Ardalejos (telúrico bajo la helada del día que visitamos el viñedo) se abona con el compost que preparan con basura de oveja fermentada, mezclada con una serie de preparados de plantas, como la ortiga, el diente de león y la valeriana, que enriquecen el suelo.

«Es el modelo por el que decidimos apostar en el año 2000 para dar mayor inmunología a la planta y ganar en potencial interno a través de productos biológicos o extractores de plantas, siguiendo el modelo ecológico de agricultura», señala el viticultor.

Embotellan dos vinos de autor que, según explica, no se someten a nomenclatura sino a la añada. «Si la añada pide más madera, tendrá más tiempo de barrica y si pide acortar esa madera, así se hará», apunta.

El Ardalejos suele tener entre 14 y 20 meses de madera y el Cuvèe Joana oscila entre 6 y 12 meses. El primero debe su nombre al Pago en el que crece la uva; el segundo a la más joven de la familia.

El 40% de su producción sale a Suiza, Holanda, Alemania y, más recientemente, a Reino Unido y el resto de la producción se queda en el mercado nacional.

«Vendemos la producción completa embotellada pero el excedente de uva lo absorbe Ribera del Duero. Es la manera actual de equilibrar el negocio. Crecemos, pero más lentamente que la evolución que exigen las añadas», señala.

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