Diario de Valladolid

'CHALECOS AMARILLOS'

'No somos terroristas, nos manifestamos por una vida más digna'

Críticas a la decisión de Macron de emplear al Ejército en la decimo novenamarcha de los manifestantes, que discurrió en calma alejada de los Campos Elíseos y custodiada por un enorme dispositivo policial

Los chalecos amarillos frente a la Basílica del Sacre-Coeur de Montmartre en la decimonovena marcha en París.-BENOIT TESSIER (REUTERS)

Los chalecos amarillos frente a la Basílica del Sacre-Coeur de Montmartre en la decimonovena marcha en París.-BENOIT TESSIER (REUTERS)

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Eva Cantón

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Hubo momentos de tensión en la plaza de la República de París a última hora de la tarde y disturbios en Lille, Montpellier, Toulouse y Niza, donde una manifestante ha resultado herida, pero en general la decimo novena jornada de movilización de los chalecos amarillos ha sido tranquila. En la capital, una marcha autorizada desfiló sin incidentes y fuertemente custodiada por la policía desde la plaza de Denfert Rochereau hasta Montmartre.

El Gobierno optó por la firmeza para evitar a toda costa que se repitieran las escenas de violencia y pillaje de hace una semana en los Campos Elíseos. Este sábado, en la gran avenida parisina y en un perímetro que iba desde el Arco del Triunfo hasta la plaza de la Concordia pasando por la Asamblea Nacional y el palacio del Elíseo, las manifestaciones de los chalecos amarillos estaban prohibidas. Quienes desafiaran la orden se arriesgaban a 135 euros de multa.

La policía dispersó a un centenar de personas en las áreas vetadas a las concentraciones y a primera hora de la mañana impresionaba ver una gran columna de antidisturbios en unos Campos Elíseos vacíos.

Se desplegaron 6.000 agentes de las fuerzas del orden y unidades de las Brigadas de Represión de Acciones Violentas (BRAV) mientras dos drones sobrevolaban el cielo parisino para dirigir a policías y gendarmes a las zonas de riesgo de altercados. Los agentes estaban autorizados a usar marcadores químicos para identificar a los alborotadores y a emplear las polémicas bolas de caucho en caso de necesidad.

Tras admitir disfunciones en el dispositivo de la semana pasada y cobrarse la cabeza del jefe de la policía de París, el Ejecutivo apostó por la mano dura y el propio Emmanuel Macron recurrió a unidades del Ejército encargadas de la lucha antiterrorista para hacer frente a la revuelta, generando un alud de críticas por una medida inédita desde el envío de tropas en el 1948 para sofocar una huelga de mineros.

Qué pasa si los manifestantes intentan atacar los edificios que protegen? O bien el Ejército resulta humillado por sufrir todo tipo de agresiones, o bien es una masacre de la que el Estado será responsable, alertaba en Mediapart el ex coronel Michel Goya, que reprochaba al Gobierno declarar la guerra a los chalecos amarillos.

No somos terroristas. Nos manifestamos por una vida más digna, decía Olga, de 51 años y vecina de Montreuil. Olga lleva el chaleco amarillo cada sábado en París desde el 17 de noviembre, cuando estalló la protesta contra la subida del precio del carburante.

UN PRESIDENTE SIN RESPUESTAS

Aunque el movimiento se ha transformado y las reivindicaciones son heterogéneas hay una que se repite: mayor justicia fiscal, social y ecológica. Este sábado, a las reclamaciones políticas se unía el cabreo por el despliegue militar, por otro lado imperceptible durante el trayecto.

De momento no hemos obtenido nada, solo represión por parte del Estado que ahora además nos manda al Ejército. Dónde está la violencia? Está en el desprecio. En no responder, argumentaba Olga, muy crítica con el gran debate nacional organizado por Emmanuel Macron para buscar soluciones a la crisis.

Políticamente no tiene respuestas, así que hay que disolver la Asamblea Nacional, proseguía. Una idea compartida por Yves y Michel, dos informáticos de 45 y 53 años. Sacar al Ejército? Macron no tiene ningún límite. Queremos que se vaya, resumía Michel. Ellos son los terroristas y no los chalecos amarillos, abundaba un chico que se manifestaba en bicicleta.

Según el ministro del Interior, Christophe Castaner, cuyo futuro pendía de un hilo si la violencia volvía a las calles, la jornada movilizó 40.500 personas en todo el país (frente a 32.000 hace una semana) 5.000 de ellas en París. Hubo 233 detenidos y 8.500 controles preventivos. Nuestras consignas de firmeza se han respetado, declaró Castaner.

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