Diario de Valladolid

LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN RUSIA

El hip hop ruso le echa un pulso al Kremlin

Las autoridades locales cancelan por toda Rusia conciertos, envían a la policía y presionan a cantantes y grupos contestatarios con el Estado Putin critica las letras de las canciones, basadas en 'sexo, drogas y protesta contra todo' y se conjura para 'redirigir al fenómeno de forma apropiada'

Husky, cantante de hip hop, uno de los más populares en Rusia.-ARTYOM GEODAKYAN / TASS

Husky, cantante de hip hop, uno de los más populares en Rusia.-ARTYOM GEODAKYAN / TASS

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Marc Marginedas

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Es un momento agridulce en la trayectoria de IC3peak, un dúo de música electrónica experimental que goza incluso de cierta popularidad más allá de las fronteras de Rusia. Mientras su último vídeo en YouTube, 'Smerti bolshe net' (No más muerte) ha acumulado más de 10 millones de visitas en un solo mes, los conciertos de la gira que el grupo está llevando a cabo por Rusia y Bielorrusia sufren constantes cancelaciones o problemas de organización, debido a la presión ejercida de las autoridades locales allá donde van, que envían a policías con la orden de suspender o retrasar la función esgrimiendo una pléyade de excusas.

"En Saratov la policía vino con perros buscando una bomba y drogas en el club, retrasando la función durante dos horas y obligando a la gente a quedarse fuera en el frío; en Voronezh la entrada estaba bloqueada por la policía..... cuando comprendimos que no dejarían entrar a nadie, salimos fuera a cantar nuestras canciones....", puede leerse en una de las últimas entradas publicadas en la página de Facebook del grupo.

Son las letras de las canciones de IC3peak, y en espacial la de 'Smerti ne bolshe', lo que ha acabado por indignar a un buen número de altos funcionarios rusos bienpensantes, colocando a este duo formado por Anastasia Kreslina y Nikolái Kostilev en la lista negra musical de la Rusia contemporánea, una suerte de censura artística que en muchos evoca lo sucedido con los grupos de rock ruso durante los años 80 en la URSS, considerados entonces como subversivos por las autoridades soviéticas. "He llenado mis ojos de keroseno, que se queme todo, a mi me mira toda Rusia", recita Kreslina, mientras al fondo se distingue la Casa Blanca moscovita, la antigua sede del Parlamento que acoge ahora al Gobierno ruso encabezado por Dmitri Medvédev o incluso la sede del Servicio Federal de Seguridad (FSB, exKGB) en la plaza Lubyanka.

El encontronazo más grave

Pero quizás el encontronazo más grave entre la comunidad hip hop y el poder ruso se produjo hace unas tres semanas en Krasnodar, una ciudad de tamaño medio en el sur de Rusia. Dmitri Kuznetsov, un cantante de rap de 25 años que responde al nombre artístico de 'Husky', fue arrestado por la policía y condenado a 12 días de detención por lo sucedido tras la cancelación forzada de uno de sus conciertos: se subió a un coche y empezó a cantar para su público.

La posterior reacción de la concurrencia, que bloqueó el paso del coche policial exigiendo la liberación del cantante, provocó momentos de gran tensión, y muy probablemente hizo reflexionar a las altas instancias del poder, quienes empezaron a preguntarse si la represión era la vía más adecuada para afrontar un fenómeno que mueve a millones de jóvenes en Rusia.

"No sé qué pensaban cuando detuvieron a Husky; lo que sí le puedo decir es que gracias a su arresto es conocido ya no solo por su público, sino por más mucha gente e incluso fuera de Rusia", explica a EL PERIÓDICO Andréi Orejov, manager de 'Husky'. "Esto no es un simple problema de unas autoridades provinciales celosas de la integridad moral de los ciudadanos; aquí hay consignas del poder en Moscú, porque las cancelaciones de los conciertos se están produciendo por toda Rusia", continúa.

Tras salir de prisión, y amparado por el impacto mediático que ha tenido su caso, Husky ha podido celebrar dos conciertos en Moscú y San Petersburgo, en los que más de 10.000 personas han podido deleitarse de nuevo con sus canciones-denuncia acerca de la miseria existente en los barrios periféricos de las ciudades rusas, de la rampante corrupción del liderazgo político y de la brutalidad policial. "Husky es un héroe de la literatura", le define Orejov.

La primera respuesta de la oficialidad ante la música contestataria ha sido la prohibición, aunque después de comprobar la ola de solidaridad que suscitó la detención de Husky, el Kremlin se plantea ahora cooptarlo y "redirigirlo". Durante una reciente reunión con el consejero de Cultura Igor Matviyenko, el presidente Vladímir Putin admitió que el fenómeno se asienta en "tres pilares: el sexo, las drogas y la protesta contra todo". Y haciendo gala de su habitual paternalismo, el líder del Kremlin reconoció que no se podía "frenarlo", y por lo tanto, había que "guiarlo y encaminarlo de una forma apropiada".

Pero, en opinión de Artemi Troitski, uno de los críticos musicales rusos más conocidos de Rusia, el Kremlin no tiene ninguna posibilidad de 'domesticar' a los cantantes de rap o música electrónica a corto o a medio plazo. "Van a intentar comprar a algunos cantantes, los menos conocidos, y a otros les ofrecerán aparecer en los shows de televisión; pero se equivocan, porque las audiencias de estos grupos no ven la televisión", explica Troitski por teléfono desde Estonia, país en el que reside. "Estos artistas saben que dependen de lo que se denomina como 'reputación callejera'; y si su público percibe que son cooptados por el poder, perderán su popularidad", destaca.

Y es que, más que las letras de las canciones rap, muy críticas con el Gobierno y el estado de cosas en el país, lo que el Kremlin más teme de la música callejera y electrónica "es que ellos son el futuro", opina este comentarista. En Rusia hay entre "10 y 20 millones de jóvenes que son totalmente inmunes a la propaganda televisiva porque no se informan de ella", sentencia.

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