El policía de la red
PERSONAJES ÚNICOS / AMADOR APARICIO Este palentino lleva más de 12 años buscando fallos en sistemas informáticos e infraestructuras críticas para que sean corregidos, y que los cibercriminales no les puedan utilizar en su propio beneficio / Trabaja en el desarrollo de un proyecto que está relacionado con la seguridad en el servicio de mensajes en aplicaciones del sector bancario.
Es el policía que mantiene a raya a los que aplican sus destrezas a las fechorías informáticas. Su trabajo es detectar trampas antes de que los malhechores de la red suelten los virus y destrocen todo lo que encuentren a su paso. Amador Aparicio se enfunda en su conocimiento y su experiencia para luchar contra los piratas encapuchados a los que les basta con un ordenador para desatar cataclismos.
Este palentino, natural de Villamuriel de Cerrato, estudió Electrónica en el Centro Don Bosco de su localidad natal. Más tarde se licenció en Ingeniería Informática en la Universidad de Valladolid y realizó el máster de Seguridad en las Tecnologías de la Información en la Universidad Oberta de Cataluña. En la actualidad es doctorando en el departamento de Informática de la Universidad de Valladolid, donde desarrolla su doctorado en materia de ciberseguridad y privacidad de la información.
Reconoce que desde muy pequeño le llamaba muchísimo la atención todo lo relacionado con la electrónica, robótica… Corría la década de los 80. Sin embargo, Aparicio sostiene que tuvo la suerte de criarse en un barrio donde los salesianos abrieron un colegio de Formación Profesional con las especialidades de automoción y electrónica. «Desde el centro siempre ofertaban actividades para darnos alternativas provechosas para nuestro tiempo libre y mantenernos alejados de otras alternativas más turbias».
De hecho, recuerda que los sábados por la tarde el salesiano Daniel Álvarez Antón, conocido como Don Dani, impartía talleres de programación a las personas que estuviesen interesadas. «Mi madre decidió apuntarme con 12 años y fue la primera vez que vi un ordenador de verdad. Al principio no me enteraba mucho porque me parecía complicado todo, desde cómo encender y apagarlo de manera correcta, a realizar un programa informático en BASIC y que este funcionase», rememora con cierta nostalgia para, a continuación, añadir que en el tercer curso de FP –la antigua que tenía una duración de cinco años– tuvo una asignatura de programación, y es allí donde empezó a entender todo de una manera rápida. «Tenía la sensación de que se me daba bien, mejor que la electrónica, y me gustaba más».
A esta aptitud se añade el gusanillo por la robótica, que se lo metió su padre, un trabajador de la planta de Renault en Villamuriel de Cerrato, cuando le hablaba de los robots que había allí, los ordenadores de a bordo, y le decía que la electrónica era el futuro. Es más, a su hermano y a él les compró el primer ordenador el 28 de diciembre de 1995. «He tenido la inmensa suerte de haber nacido en esta familia. Ellos tienen buena culpa de que haya llegado hasta donde lo he hecho», sostiene muy orgulloso.
Aparicio, aparte de ser el policía de la red, comenzó muy pronto en la docencia. Cuando estaba en el cuarto curso ya impartía clases en un colegio de Valladolid en el ciclo de Administración de Sistemas Informáticos. En concreto, explicaba bases de datos, un tema que, según admite, le encanta. Al año siguiente realizó lo mismo, pero en Aranda de Duero y allí decidió probar suerte como programador en la empresa privada.
En cuanto pudo volvió a la docencia, ya que era donde se sentía feliz. En el curso 2009/2010 regresó a las aulas del Centro Don Bosco, en vez de como alumno como profesor. Tuvo la suerte, dice, de impartir las asignaturas de Planificación y Administración de Redes, Servicios en red… Materias con las que aprendió por qué dos máquinas son capaces de comunicarse, la punta del iceberg con la que se adentró de lleno en la seguridad informática.
A partir de 2009 empezó a dar clases en el Grado de Ingeniería Informática y en el Máster de Ingeniería Informática de la Universidad de Valladolid, en el Máster de Ciberseguridad y Seguridad de la Información de la Universidad de Castilla-La Mancha y en el Máster Universitario en Seguridad de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la Universidad Europea de Madrid.
Amador Aparicio, que lleva más de 12 años buscando fallos en sistemas informáticos e infraestructuras críticas para que sean corregidos y que los cibercriminales no les puedan utilizar en su propio beneficio, o pueda afectar a la vida de las personas, está inmerso en un proyecto relacionado con la seguridad en el servicio de mensajes en aplicaciones del sector bancario. Dada la cantidad de usuarios que sufren robos de dinero a través de su dispositivo móvil, indica que a sus tutores les pareció interesante que el doctorado fuese en esa dirección.
En su opinión, las administraciones públicas sí que trabajan para que España sea puntera en tecnología y transformación digital, dos indicadores en los que, tal y como señala, nuestro país está por encima de la media europea. «En 2020 hubo una caída en inversión que se recuperó en este 2021. Tenemos mucho camino por delante, hay muchos servicios de gestión que aún no están totalmente disponibles de forma online, otros no están optimizados para dispositivos móviles, etcétera».
Y es debido, según expone Aparicio, a que la adaptación digital de la administración es más lenta porque los procedimientos heredados se interponen; la legislación y las regulaciones son difíciles de cambiar, y las preocupaciones de seguridad, ciberseguridad y privacidad son problemas complejos en los que hay que mantener la línea alcista en los próximos años, dada la gran importancia que la tecnología tiene en la actualidad, y que cobrará aún más importancia en el futuro. «Esto hace que el avance sea mucho más gradual que en empresas privadas, pero creo que se están haciendo grandes esfuerzos que permitirán muy pronto estar a la altura que los usuarios de la administración necesitan», celebra.
Para este informático palentino, la innovación se debe apoyar en el capital humano y económico con el que cuentan. «La realidad es que estamos asistiendo a tiempos de cambios en los que triunfan aquellos que plantean ideas rompedoras, diferentes e innovadoras y saben ponerlas en práctica y tienen la capacidad de transformarlas en un producto. El poder que ejerce la sociedad en el éxito o fracaso de nuevas soluciones es algo que deberíamos tener presente en todo momento», concluye.