Diario de Valladolid

LEÓN

El lugar del cerebro que pide más bollos

Una leonesa estudia la conexión entre el intestino y el ‘centro de la alimentación’ con la meta de entender los factores que llevan a comer más / Hay diferencias entre machos y hembras. Por E. Lera

La leonesa Lorena López en las instalaciones del Instituto de Neurociencia y Fisiología en la universidad sueca de Gotemburgo.-EL MUNDO

La leonesa Lorena López en las instalaciones del Instituto de Neurociencia y Fisiología en la universidad sueca de Gotemburgo.-EL MUNDO

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Estibaliz Lera

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A la sociedad le sobran toneladas de peso. Eso está claro. La obesidad es una epidemia que avanza sin freno. La solución no es inmediata, sino que lleva meses, ya que hay que encontrar el trasfondo y actuar en él. Por ello, es fundamental conocer la ruta que empuja a comer pese a estar saciado. Y también las señales que impulsan a darse atracones con el estómago lleno sólo por el placer de hacerlo. Órdenes del cerebro que se dan por recompensa y placer.

Una investigadora leonesa estudia cómo funciona la conexión entre el intestino y el cerebro con el objetivo de entender qué factores fisiológicos están implicados en el proceso que lleva a ingerir más o menos alimento y, en consecuencia, a que el peso corporal aumente hasta el punto de llegar a ser obesos.

La mayoría de la industria farmacéutica se centra en la búsqueda de una «pastilla» que solucione el problema de la obesidad, ya sea para perder peso cuando la persona está enferma o para no ganarlo comiendo de todo lo que le apetece. Los miembros de su grupo de investigación –que tiene su sede en el Instituto de Neurociencia y Fisiología de la universidad sueca de Gotemburgo– consideran que un mayor conocimiento de cómo funciona el cuerpo humano podría ayudar a entender por qué algunas personas llegan al punto de estar obesas, mientras que otras no. «Queremos comprender, por ejemplo, por qué seguimos comiendo, incluso por encima de nuestras necesidades fisiológicas, por qué tenemos antojos no saludables o qué diferencias hay entre distintos individuos», explica la bióloga Lorena López, antes de añadir que conocer las causas que llevan a un estado de obesidad permitiría desarrollar nuevas técnicas tanto de prevención como de tratamiento mucho «más eficaces y personalizadas» de las que existen actualmente en el mercado.

Una de las diferencias entre sus trabajos y otros estudios es que este equipo analiza tanto las hembras como los machos, puesto que, tal y como indica, hay diferencias. «Las mujeres somos más vulnerables a ganar peso, acumulando la grasa, sobre todo, a nivel superficial en pechos, glúteos y caderas. Los hombres, sin embargo, suelen acumular la grasa en el abdomen, entre los órganos viscerales», apunta.

En su proyecto trabajan con ratas, un modelo animal que les permite realizar distintos tipos de experimentos desde pruebas clásicas de comportamiento –como medir la cantidad de alimento que ingieren, si prefieren uno u otro, e incluso, la motivación que tienen por un alimento específico altamente apetecible como puede ser el azúcar– hasta pruebas más complejas y modernas que implican modificaciones transgénicas.

Una vez que obtienen diferencias a nivel de comportamiento, el siguiente paso es analizar el nivel celular y molecular de los tejidos de interés, en este caso, el cerebro y la grasa con el objetivo de entender qué es lo que está ocurriendo a nivel celular y molecular en el cuerpo para dar lugar a la diferencias en la forma de actuar.

López se centra en el hipotálamo lateral, un área que se conoce como el ‘centro de la alimentación’, puesto que regula la sensación de hambre y de sed. «Cuando hay lesiones en el hipotálamo lateral se observa una pérdida de apetito, mientras que una estimulación de esta área hace que se siga comiendo aún cuando ya estamos saciados», señala.

Este equipo se centra en un aspecto nuevo: en cómo diferentes reguladores de apetito (hormonas del intestino) actúan sobre el hipotálamo lateral, prestando un especial interés en su efecto sobre la ingesta de alimentos «altamente gratificantes» y la motivación por la ingesta de los mismos tanto en machos como en hembras.

En el último año han publicado dos artículos en revistas internacionales de alto índice de impacto Physiology & Behavior y Molecular Psychiatry, en los que muestran que dos de las hormonas reguladoras del apetito, la grelina (hormona del hambre) y GLP-1 (hormona que se sintetiza y segrega después de las comidas) tienen un efecto sobre el ‘centro de la alimentación’, diferente en machos y hembras, tanto sobre la ingesta de alimento como sobre la motivación y la ansiedad por seguir consumiendo alimentos altamente gratificantes (apetecibles), incluso cuando ya se han satisfecho las necesidades nutritivas. De esta forma, se puede conocer su papel fisiológico en la regulación del peso corporal.

Para la investigadora leonesa, su estudio es importante porque la obesidad, además de ser una patología con sus propias manifestaciones clínicas, aumenta el riesgo de padecer otras enfermedades, tales como diabetes, dolencias cardiovasculares, e incluso, cáncer. «Casi todas las agencias sanitarias internacionales y nacionales han declarado alertas sanitarias para actuar en favor de la prevención y el tratamiento de la obesidad. Encontrar tratamientos eficaces e individuales o, mejor aún, medios eficaces para prevenir la enfermedad, sería muy beneficioso para la sociedad tanto a nivel sanitario como social y económico», expone.

De cara al futuro van a seguir estudiando la comunicación entre el intestino y el cerebro de tal forma que puedan completar el círculo de acción de los reguladores del apetito, desde que se sintetizan en el intestino hasta que llegan al cerebro, afectando al comportamiento alimentario y peso corporal. «Conociendo cada etapa del circuito, podríamos definir cuáles serían los mejores métodos de prevención y tratamiento de la obesidad», concluye la investigadora leonesa.

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