Diario de Valladolid

Un vaivén diferente «sin lesiones cervicales»

Un jubilado de 64 años patenta un mecanismo para impulsar el columpio desde el lateral y «sin esfuerzo» / Funciona girando una palanca de un lado a otro unos 60 grados.

Jesús Españadero muestra el mecanismo que ha patentado para impulsar el columpio desde el lateral en el patio de su vivienda en Valladolid.-J. M. LOSTAU

Jesús Españadero muestra el mecanismo que ha patentado para impulsar el columpio desde el lateral en el patio de su vivienda en Valladolid.-J. M. LOSTAU

Publicado por
Estibaliz Lera

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Para Hipócrates el columpio era la receta infalible para que las jóvenes griegas conservaran la figura. Su particular baile ayudaba a eliminar los excesos y mantener los kilos a raya. Pero además de su uso lúdico, también tenía un sentido religioso. Algunos relacionaban el sube y baja con el impulso que tiene el hombre hacia lo divino. Pero ahí no se queda su historia. En los países de Europa del Este era un elemento mágico. Los agricultores se encomendaban a él y cantaban canciones a su alrededor creyéndose que tenían el mismo efecto que las plegarias a los dioses. También servía para rescatar las almas del purgatorio o para purificar los pecados.

Es uno de los divertimentos más extendidos de la humanidad. No hay parque en el mundo que no cuente con uno para el entretenimiento de los niños. Es un invento que ha perdurado en el tiempo, sin apenas cambios. Hasta ahora.

Un jubilado vallisoletano de 64 años quiere que, por fin, dé el estirón. «El columpio se inventó hace 2.000 años y el único avance en todo este tiempo ha sido cambiar las cuerdas por cadenas», afirma Jesús Españadero, quien ha creado un mecanismo para balancear «sin apenas hacer esfuerzo».

Nuevo Impulso es un columpio normal que permite desde los laterales mover el asiento del juguete. De esta forma, manifiesta que se «evitan» lesiones cervicales y se controla si el niño se marea o no está contento subido en él. Y no sólo eso es que la persona que está moviendo el columpio también sortea accidentes. En este punto, el inventor recuerda cuando un columpio rompió su nariz fruto de un despiste.

El sistema, que fue patentado hace 11 meses, funciona con una palanca y en vez de cadenas tiene barras fijas. Para arrancar hay que accionar la palanca hacia la derecha y después a la izquierda unos 60 grados. Tres impulsos y coge velocidad. A partir de ahí, relata muy emocionado, sólo hace falta un dedo para continuar. Y así pueden estar horas y horas. En un momento dado se opta por parar: «La fuerza centrífuga se realiza al revés y se frena al instante».

El mecanismo está desarrollado para esquivar las acciones de los vándalos. Cuenta con un tope para que no pueda dar la vuelta completa. Otro valor añadido es que soporta hasta 200 kilos de peso. Todo por «entre 120 y 150 euros». Ese es el coste de pasar de un columpio normal a éste made in Valladolid.

El proceso arrancó en 2015 y durante doce meses «con sus días y sus noches» –precisa– fue trazando lo que considera un «pelotazo» que va a revolucionar el mundo. La idea surgió, relata, porque sus nietas querían que el abuelo les balanceara durante «tiempo y tiempo», pero el abuelo se cansaba, así que decidió buscar la manera de mover el columpio sin parar.

Nuevo Impulso se convirtió en una realidad que implicó a toda la familia. Uno de sus hijos le comentó que tenían que patentarlo «porque no había nada parecido en internet» y su nuera es la encargada de buscar salida a un proyecto al que los propios trabajadores de la Oficina de Patentes colocaron a la altura del chupa chups o la fregona. En este camino se ha encontrado con varios fabricantes interesados, si bien de momento ninguno ha querido dar el paso. «En España son muy ariscos con las nuevas tecnologías», lamenta Españadero para, a continuación, añadir que «sólo» necesita que una persona confíe en su idea y dé el primer paso. «El que lo haga va a ser el que triunfe». Por ello, el vallisoletano no para de dar publicidad a su creación. «La semana pasada estuve hablando con un fabricante catalán, pero me comentó que de Castilla y León no le interesaba nada. Yo le dije que esto era muy importante, sin embargo, debido a la política no quiso apostar por mi idea», expone.

El rejuvenecedor del columpio es un hombre pegado a una tablet. A todos los sitios que va la lleva y en ella muestra su gran obra que, según indica, deja a todos «con la boca abierta». Es reticente a que fotografíen el mecanismo, ya que tiene miedo de que los particulares repliquen su sistema en casa y no pueda beneficiarse Valladolid de un producto pensado, creado y diseñado en esta tierra.

La historia de este emprendedor nada tiene que ver con la de los jóvenes que hoy en día buscan su hueco en la sociedad. A sus 64 años carga una mochila muy pesada. Hasta los siete estuvo en un hospicio, después consiguió una familia y su padrastro le maltrataba «día sí y día también». De hecho, relata que pasaba jornadas enteras en la calle. Todas esas penurias le hicieron más fuerte y también le enseñaron que el cariño es el mejor compañero de vida. Cuando tuvo sus propios hijos les crió «entre algodones». Además, aunque sólo estudió hasta Bachillerato, se forjó un futuro.

Primero trabajó de vendedor ambulante y más tarde adquirió un local y montó una tienda de ‘todo a cien’. Todo parecía que iba sobre ruedas: familia, amigos y trabajo. Otro mazazo para Jesús. La crisis económica le golpeó fuerte «como a todos los españoles» y perdió hasta el local. Ahora lucha por sobrevivir con «una pensión miserable».

Tiene claro que si tuviera 30 años lo explotaría él mismo. «De salud no ando mal pero de dinero sí. Además, a medida que los años pasan, se te quitan las ganas de trabajar. Trabajas pero de distinta manera». Por ello, sueña con licenciar el producto a los fabricantes. No parará hasta conseguirlo, ya que aunque él ha sido el que ha ideado todo el sistema, es un proyecto de familia, que empezó con una petición de uno de sus nietos e implicó a todos los miembros.

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