La tradición inunda todos los festejos de Montemayor
Las diferentes y variadas fiestas acompañan a los montemayorcenses todo el año
Más de cuatrocientos años. La tradición en Montemayor de Pililla se luce en el albero, arena que ha acompasado el paso de los toros por más de cuatro siglos. A pesar de antojarse volátiles en el tiempo, todavía perviven las estructuras de madera que abrazan la plaza de toros. Han resistido los embates al igual que sus tradiciones. La gente de Montemayor continúa ondeando la bandera de su identidad.
Los toros cuentan con dos escenarios más en septiembre; el campo y la calle. A partir del día trece se celebran encierros y espectáculos taurinos durante seis días. Corren por Montemayor quince toros en total junto a tres novillos, un eral, cuatro vacas y cuatro becerras.
Los niños piden toros. Lo hacen montando en bicicleta y, desde hace años, caminando ataviados con cacerolas, latas y objetos atados con cuerdas. «Señor alcalde si no hay toros, tampoco baile», es la fórmula que repiten al edil cada quince de agosto para saber si ese año «hay toros». Si los hay, echan a correr.
La tradición pasea por Montemayor sus festividades. Hay dos dedicadas a patrones. Una de ellas es La Magdalena. El veintidós de julio se realiza una procesión en la que los locales bailan jotas a la patrona, fiesta a la que se suman una verbena y actuaciones infantiles. Cada quince de mayo, el pueblo celebra la festividad de San Isidro.La devoción empuja a los montemayorcenses a procesionar al santo en carrozas para bendecir los campos. La otra, es la más popular de las fiestas y toma lugar el catorce de septiembre. La exaltación de la Santa Cruz acoge una procesión, una misa cantada y bailes, entre los que destaca el de disfraces. Ambientada con una charanga, dan color a esta festividad las peñas de Montemayor.
Las matanzas, menos frecuentes, también son otra tradición en algunos hogares de este pueblo.
LOS QUINTOS
Los jóvenes que cumplen la mayoría de edad son protagonistas en las festividades de Montemayor. La celebración de San Blas está dedicada a ellos. La fecha más importante de esta celebración es el tres de febrero en el que los quintos sacan a hombros al santo tras una misa. Después, recorren las calles para pedir somarro, es decir, huevos, chorizo, dinero o algo para comer junto a una charanga.
La naturaleza también está presente en una tradición milenaria de los quintos. Los jóvenes se preparan en la última noche de abril para recibir el nuevo mes de una forma especial. Haciéndose compañía mutua, caminan en busca de un chopo que sea de gran altura para talarlo. Luego, lo colocan en una zona de la carretera principal. El árbol finalmente es usado para alimentar el fuego de las estufas.