Diario de Valladolid

Un año de agonía

Pezzolano cumple hoy su aniversario como entrenador blanquivioleta sin despejar las dudas que planteó desde su llegada / Con él descendió el equipo y se complica el ascenso

Paulo Pezzolano, el día de su presentación como entrenador blanquivioleta.

Paulo Pezzolano, el día de su presentación como entrenador blanquivioleta.PHOTOGENIC

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El domingo 2 de abril de 2023, el Real Valladolid visitaba al Real Madrid. Día grande para Ronaldo Nazário. Se enfrentaban el club que preside y el que lleva en su corazón. Allí, en el palco, al lado de su admirado Florentino Pérez, vio cómo desfilaban media docena de goles en la portería pucelana, como si fuesen churros que se añaden a un cucurucho de papel. El azúcar lo pusieron las burlas en el palco a la penosa actuación del Real Valladolid.

A Ronaldo le dolieron, y mucho. Pero no fueron la causa única para la destitución de Pacheta, inesperada por casi todos. Constituyeron el desencadenante, la gota que colmó el vaso. En las oficinas de Zorrilla pensaban tiempo ha que al burgalés se le estaba desmandando la plantilla y hacía falta mano dura.

Alguien como Pezzolano.

Paulo André, el, Rasputín del zar Ronaldo, ya le había preparado el camino al uruguayo con su salida pactada del Cruzeiro (también propiedad de Ronaldo), envuelta en una renuncia del míster, ante el deseo del responsable deportivo de ambos clubes de llevárselo a Valladolid. El plan era que el desembarco en Zorrilla se realizase en la actual temporada 23-24, pero hubo que acelerar la operación. No pasaba nada. Pezzolano estaba a la orden. Su sueño era triunfar como entrenador en Europa y el Pucela era la primera posta.

El 4 de abril de 2023 , hace hoy un año justo, el club anunció a las 21.56 horas el fichaje del charrúa, al día siguiente de la sorpresiva destitución de Pacheta. Nadie cierra un trato así desde el otro lado del charco si el acuerdo no está sólo a falta de rúbrica.

Pezzolano es presentado el 5 de abril en Zorrilla. Llega con el bagaje de haber subido al Cruzeiro a la Primera brasileña, con problemas para encauzarlo en la élite, y su experiencia como míster en Uruguay y el Pachuca mexicano, donde cumplió a secas.

El recién llegado debuta ante el Mallorca en Zorrilla. Un duelo cargado de emotividad, pues jugó en el equipo balear y sus padres y hermanos viven en Palma. Los insulares arrancan un empate a tres en el minuto 94 por un penalti tonto transformado por Muriqi. Al Pucela se le ve más agresivo y brioso. Algo normal en los cambios de entrenador.

Los dos siguientes duelos alimentan la esperanza de una permanencia sin problemas. El Real Valladolid gana en cancha del Villarreal y después pasaporta al Girona en Zorrilla. Pezzolano suma 7 puntos de 9. Ya nadie se acuerda de Pacheta.

Y entonces llega la gran depresión. Cinco derrotas seguidas ante Valencia, Atlético, Rayo, Sevilla y Cádiz no sólo demuestran que Pezzolano es un técnico incapaz de solucionar problemas, si no que arrastra anímicamente al equipo.

La victoria frente al ya campeón Barcelona fue un espejismo mal aprovechado. El suramericano plantea los dos últimos partidos de Liga ante Almería y Getafe a la defensiva, pensando en que terceros arreglarán sus problemas. Sendos empates sin goles y sin tirar el Pucela entre los tres palos lo mandan a Segunda. Especialmente doloroso fue el choque ante los madrileños en Zorrilla. Parecía que a los albivioleta, insustanciales, les valía el empate.

Esa forma de descender le hubiese costado al puesto a cualquiera... menos a Pezzolano, que seguía contando con el colchón de Paulo André. El uruguayo no sólo siguió, sino que dio como natural el descenso a la par que se cargaba de más y más poder en la estructura del club. Y mientras, la afición iba llenando el vaso de su frustración.

El míster inició su periplo por la Segunda ya en números rojos. Cualquier herida escocía ya en una grada cada vez más dolida. Un pésimo comienzo con tres derrotas en los cuatro primeros partidos le puso contra las cuerdas. Pezzolano, fajador absoluto, se rehizo. Tras un empate, engarzó cinco victorias consecutivas. Parecía que su Real Valladolid despegaba, pero era de nuevo una quimera.

Comenzaron a alternarse victorias con derrotas y un denominador común: un juego insustancial, con acciones individuales para arreglar partidos... cuando se podía. Tres derrotas seguidas le dejaron de nuevo en la picota ante el Elche. Empató en el Martínez Valero y confirmó su inmortalidad en el banquillo, certificada tras ganar al Éibar después del ridículo de Ferrol.

Pezzolano ha convertido el once del Real Valladolid en una puerta giratoria. No gana fuera desde noviembre, no enlaza dos victorias seguidas desde ese mismo mes y tiene al equipo con un ojo mirando el ascenso directo y el otro enfocado hacia la zona de fuera de la promoción.

Su equipo no juega a nada con futbolistas de calidad, pero el sigue. Y sigue. Y sigue. Cada vez más espectadores le gritan el «¡Pezzolano dimisión!» pero el... sigue. Es como esas abuelas nonagenarias a las que se les dice que usted nos va a enterrar a todos. Y resulta que es verdad.

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