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VRAC, un equipo sin complejos, suma su séptima Copa Ibérica en Portugal
A la quinta fue la vencida y el VRAC Quesos Entrepinares rompe el gafe con el Direito para levantar su séptima Copa Ibérica y su... trigesimotercer gran título
Dicen que lo difícil no es ganar sino volver a ganar. Y el VRAC Quesos Entrepinares, tras una temporada desconcertante y totalmente anormal, vuelve a ganar para añadir un nuevo trofeo, el 33º (se dice pronto) a sus vitrinas. Y lo hace rizando el rizo, haciendo casi como una motivación más para salir de la monotonía de ganar todo lo ganable, el más difícil todavía.
Añadir una nueva pica a su ya extenso e histórico palmares, con Diego Merino sin lugar a dudas como el principio del todo y el gran valedor, no era lo más complicado. Detrás de sí ya había seis Copas Ibéricas.
Sin embargo hacerlo en suelo rival, en Lisboa y más aún ante su bestia negra, casi su única bestia negra, Direito, da mayor valor a lo conseguido.
La séptima Copa Ibérica llegó a la quinta, la vencida. Y lo hizo siguiendo a la perfección y casi de memorieta el guión leído y esperado por Diego Merino bajo el don de la paciencia y el saber esperar ante la defensa casi numantina del campeón portugués, como bien decía el técnico vallisoletano con «mucho juego al pie y sin necesitar balón para atacar».
El VRAC golpeó de inicio para marcar el territorio en un campo como Monsanto que aprieta y aprieta. Baltazar Taibo inauguró el marcador en el minuto 9 y solo la falta de definición no hizo mejor el fulgurante arranque quesero.
Con el partido animado tras el despertar y arreón de los portugueses, con el ensayo de Portela, una tarjeta amarilla a los locales, a Duate Dianiz, ejerció de espoleta del VRAC sabedor que ese momento era decisivo para romper la igualdad. Así, el empuje de la delantera quesera les llevó a ganar metros para acabar con un ensayo de Meola (5-13) que ayudaba a enseñar el camino del triunfo ante el Direito tras cuatro tentativas fallidas en otras tantas finales.
Aunque lo hizo, eso sí, con sufrimiento mayúsculo ante el todo o nada de su adversario portugués, que tuvo el oval en sus manos para cambiar el sino del partido con una touch perdida y un parcial condenatorio.