Diario de Valladolid

FÚTBOL / REAL VALLADOLID

Pezzolano salva el cuello

Un gol en el minuto 90 de Cédric, al que el técnico pasó de primer a cuarto delantero, otorga el primer triunfo en cinco partidos a los blanquivioleta y da un respiro al míster

Celebración de Cédric. / LALIGA

Celebración de Cédric. / LALIGA

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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La semana sacramental del Real Valladolid comenzó con el bautismo de Ronaldo en Brasil (nunca es tarde para abrazar la fe), continuó con la penitencia de un inicio de partido blanquivioleta infumable ante el Cartagena, siguió con la extremaunción deportiva que se le aplicó a Pezzolano en los estertores del partido, hasta el gol, y acabó con la confirmación del técnico tras el gol de Cédric, en el minuto 90, cuando el quinto partido sin ganar parecía caer como un piano desde un ático. 

No se consumó el matrimonio del equipo con la grada porque la afición nunca llegó a la eucaristía con el juego del equipo, aunque fuese de menos a más. De ahí que incluso tras el 1-0 continuasen, y con fuerza, los gritos de «¡Pezzolano dimisión!». 

Porque el Pucela mereció ganar. Fue mejor que un básico Cartagena y gozó de oportunidades merecidas para ampliar el marcador. Pero también pudo recibir goles con un solo soplido y su fútbol ante un rival débil se quedó muy lejos del enamoramiento. Aunque ayer había que ganar, y se ganó. 

Este triunfo puede ser un espejismo que sólo sirva para aplazar un problema estructural, o bien puede suponer un punto de inflexión y, a partir de ahora, se verá cada vez con más fuerza el Real Valladolid que Pezzolano pretende recetar a su afición. El único que sabe de la importancia de este partido es el tiempo.

El destino quiso que Cédric, jugador ya ajeno al orden sacerdotal de este equipo y relegado de primer a cuarto delantero por decisión divina del uruguayo, le permita seguir en el banquillo. El madrileño ejerció con su superior la caridad, esa virtud teologal que conduce a dar lo que  no recibes. Tú me mandas al banquillo y yo te salvo el culo con  mi gol.

No fue fácil el triunfo pese a la endeblez del contrincante, porque el Pucela sigue sin encontrar su libro de estilo. La dificultad crece cuando un once sólo hilvanado y sin una personalidad marcada se encuentra con una grada hostil en la que afloran los pitos a las primeras  de cambio y los gritos pidiendo la dimisión del entrenador. Razones para ambos existen a puñados, pero la disputa del partido no es el momento para que afloren, de no ser por un ejercicio de dejadez que tampoco se vio.

Porque el Pucela lo intentó desde el principio. El míster apostó de nuevo por ese 3-5-2 que protege la defensa. El hecho de que el rival estuviese en zona de descenso no desarmó la trama de Pezzolano,  obsesionado por no recibir goles. Las novedades fueron forzadas: Rosa yMarcos André, con problemas físicos, dejaron sus puestos a Luis Pérez y  Sylla. Rosa ni siquiera ocupó el banquillo.

El Cartagena opuso una formación parecida, con cinco defensas, y el encuentro comenzó como un tostón. Los blanquinegro estaban desde el minuto 1 preocupados en no encajar y el Pucela se movía... que no se movía. El estatismo de sus ataques era sólo compensado por su acierto a balón parado ofensivo. En la concepción, no en la ejecución. Sylla y Henrique tuvieron  el gol en sus botas solos ante Martínez pero no supieron chutar.

La desesperación de la grada subió de tono cuando los blanquivioleta se dedicaron a perder pases claros y por ende ocasiones de gol, facilitando las contras del rival. Aun así Kenedy (muy mejorado pero sin tirar cohetes), Iván Sánchez y Sylla pudieron marcar, pero no atinaron. 

Sí lo hizo Ortuño, el de la espantada nada más fichar, cuando John no atajó un tiro de Álamo y dejó el balón al Ayllón para que diese el pase de gol a su compañero. La tormenta de silbidos contra el meta y Pezzolano alcanzó proporciones bíblicas. La tempestad amainó cuando el árbitro señaló fuera de juego de Ayllón, por muy poco. El Pucela mejoró hasta el descanso y eso calmó a la grada. Pero el gol, seguía sin aparecer.

Los locales mejoraron en la segunda mitad pero se evaporaban a la hora de entrar a matar. Sylla mandó un balón al larguero y Martínez le sacó otro de la escuadra. El meta paró otro a Monchu a media altura y marcos André no llegó a  rematar un envió raso al área pequeña por centímetros. 

Pezzolano, aunque tarde, había cambiado a 4-4-2. Con Moro rompiendo una y otra vez la banda, y Cédric creando peligro con Marcos André, llegó el gol. Monchu sacó un córner, el brasileño peinó la bola y el jugador del filial, entró con todo al segundo palo, como entra un delantero, para marcar.

El Cartagena por fin se estiró para marcar pero no pudo, pese a gozar de dos ocasiones, desbaratadas por John. La grada, pese al gol, siguió cantando lo de «¡Pezzolano dimisión!».  Pero el técnico no se va. Quiere resucitar, como Lázaro, a riesgo de ser echado del templo con malas maneras, como los mercaderes.

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