Diario de Valladolid

FÚTBOL / REAL VALLADOLID

Descenso en picado

Los blanquivioleta se descomponen tras expulsión de Nacho, primera de la ‘era Sergio’ y caen ante un Alavés que falló un penalti y vio otro gol anulado por el VAR / Sólo un tiro local entre palos / El míster aún no corre peligro

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Arturo Alvarado
Valladolid

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'Victoria o crisis’, titulaba ayer la información del Real Valladolid en este periódico. Y es la crisis. No ha entrado delicadamente por una rendija, sino forzando la puerta principal a base de hachazos. Sin sutilezas. No existen cuando eres colista, desconoces la sensación de ganar, no llegas a meter un gol por partido y los recibes en todos. 

3 puntos de 21 posibles. Puede que los empatitos enmascaren, por el perfume de algunos a presunta victoria, el hedor del último puesto. Pero numéricamente equivalen a una victoria y seis derrotas. Un ritmo que no hay quien lo aguante, si se busca evitar la muerte prematura.

Sergio aún no corre peligro. El crédito forjado por un ascenso inesperado y dos permanencias ha menguado pero aún subsiste. Ayer no fue día de reuniones ni ultimátums aunque, como también expuso el domingo este diario, ha comenzado la cuenta atrás. Estos resultados no se aguantan con buen juego, y mucho menos si se practica un fútbol horroroso. Como ayer.

El Real Valladolid perdió 0-2 y pudo hacerlo 0-4. Lucas mandó un penalti al larguero y vio anulado un gol por un fuera de juego milimétrico, tras dos minutos de VAR. El Pucela despreció estas cartas que aún con 0-0 le enviaba la fortuna. Ya estaba melancólico. Sólo jugó 21 minutos, los que mediaron entre el pitido inicial y la expulsión de Nacho, primera de la era Sergio. 

La roja llegó en otro error de El Yamiq, que lleva más que Olivas en dos años en Primera. El marroquí se comió un centro de Duarte y a Nacho no le quedó más remedio que empujar a Lucas en el área.

A los de Sergio les pesó más la depresión  de quedarse con diez que la alegría por el penalti fallado. Desaparecieron. Se evaporaron. No recordaron en su memoria colectiva que el Éibar les ganó con diez hace dos semanas. Lo que para otros es un acicate, para los albivioleta se transforma en losa.

El míster recompuso la alineación. Había dado entrada a Janko en el lateral derecho, a Joaquín en el central, a Kike para hacer pareja con Alcaraz en la medular y reordenado el ataque: Toni y Orellana partían de los extremos, con Weissman formando pareja con Guardiola en la punta. 

El israelí fue el sacrificado por la roja para dar entrada a Carnero. De nada sirvió su notable desgaste en desmarques y ayudas defensivas. Había que dejar a Guardiola para luchar por los balones aéreos con tres centrales corpulentos, cuando es casi imposible por inferioridad numérica, no es el fuerte del balear y tampoco se los pusieron. 

La alternativa más lógica para superar a los centrales era el juego raso y ratonero de Weissman. Fue despreciada. ¿Cuestión de galones? Como casi siempre, los cambios, al igual que el balón parado, sirvieron para romper más que para arreglar.

Los de la segunda parte troncharon al equipo en dos. El Pucela ha perdido no sólo su robustez en la defensa sino la capacidad defensiva general. No hay presión uniforme al que tiene el balón y el rival juega entre líneas como le da la gana. El Pucela que atacaba mal, ahora ya no sabe ni defender.

Pina marcó en el minuto 55 tras un pase atrás de Peleteiro, el mejor del partido, y Borja certificó el 0-2 en el 85 tras otra jugada trenzada. Ambos goles llegaron con la defensa y el medio campo descompuestos. El Yamiq sacó otro balón de la raya de gol. El único peligro local lo firmó Toni, con un disparo a la media vuelta en el área que blocó Pacheco. Era el minuto 4.

Si hay un equipo a estas alturas de Liga con cara de descenso, es el Pucela. Ninguno va más abajo ni juega peor. Cada vez recuerda más  al de Luis César.

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