Diario de Valladolid
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Redacción de Valladolid
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La verdad es un poliedro del cual cada uno vemos una cara. Por eso hay múltiples formas de analizar la situación del Real Valladolid, dejando de lado apasionamiento o intereses.

Si comparamos al equipo con lo que se esperaba antes del comienzo de la Liga, con la plantilla más limitada de Primera y el presupuesto con diferencia más bajo, se halla en la situación esperada. Incluso un poquito mejor, porque no está en puesto de descenso, aunque lo roce por el golaveraje. Sólo ha tocado esa zona roja en la cuarta jornada, cuando la clasificación no pasa de ser una anécdota.

Si lo comparamos con la potente escuadra que entre septiembre y octubre dio los pasos pertinentes para ser el equipo revelación, con un entramado defensivo apoteósico, un orden que le permitía jugar de memoria y un ataque escueto pero eficaz, lo de ahora es una burda caricatura de aquello. Se ha perdido casi todo. Hasta el alma.

¿Con qué Real Valladolid nos quedamos? Cada uno es libre de elegir. Yo me quedo con ambos. Reconozco el enorme hándicap económico y deportivo con que se inició la Liga, pese al cambio de propiedad. Al tiempo, valoro muy negativamente el hundimiento de un equipo que, pese a los palos en sus ruedas, ha demostrado que puede jugar infinitamente mejor de lo que lo está haciendo ahora.

En España somos muy dados a buscar culpables y no responsables. En cuanto llega la desgracia, se busca un chivo expiatorio que libere del trabajo de pensar. Mucho más fácil, cómodo y rápido que ponderar los hechos y buscar posibles soluciones. Veamos qué se puede hacer con los diferentes estamentos del club para la salvación de la categoría. Porque así se va al hoyo.

Presidencia. Absolutamente nada. Ronaldo y los demás copropietarios del club pudieron realizar una ampliación de capital a su entrada o al menos inyectar más dinero de cara al mercado de invierno, pero se limitaron a dejar las cosas como estaban, con suaves retoques y el estúpido capricho de Stiven Plaza. Más de dos millones al limbo por un jugador normalito, necesarios para un refuerzo verdadero.

Dirección deportiva. Tampoco nada. No se puede fichar. Confeccionó una plantilla que comenzó siendo competitiva, con menos dinero que algunos clubes de Segunda. Hasta que Ronaldo en invierno se cansó de que hiciese su trabajo, para exteriorizar el servicio en sus amigos y conocidos.

Entrenador. Éste sí puede hacer. Y mucho. Tiene a la plantilla en un punto anímico parecido al que heredó de Luis César hace casi un año. Está así porque no cree en lo que hace. Y no le sale por múltiples causas. Una de las principales, porque no juegan los mejores. Míchel no está para ser titular. Ni Plano. Ni Moyano. Parece que mandan las vacas sagradas, tapando el acceso a jugadores que, ante la falta de calidad general, pueden aportar físico y por tanto intensidad para presionar en defensa y generar más situaciones de ataque. Waldo es el último en generar ilusión. A Anuar le costó un mundo establecerse. Y jugadores como Salisu, El Hacen o Kike no son peores que versiones actuales de algunos profesionales.

Jugadores. Aparte de nombres propios, está la actitud general. A nadie se le puede pedir que sea Messi, pero sí que saque bien un córner, siga al tipo que le roba la pelota o se quede con su marca en un balón parado. Últimamente lo mejor del Real Valladolid lo hacen los de fuera. Como Cazorla y el penalti que permite vivir una semana más fuera del corredor de la muerte.

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