ALBACETE- REAL VALLADOLID (ANÁLISIS)
Encefalograma plano
Los jugadores utilizados y la formación empleada son detalles menores ante un equipo roto y a la deriva, con un entrenador incapaz de sacarlo de las arenas movedizas / Suma 7 puntos de 27
Hablar de la idoneidad de unos jugadores sobre otros, la conveniencia de una formación o abundar en detalles tácticos supone un ejercicio estéril cuando lo que hay que hacer es una enmienda a la totalidad. No se trata de que hablar del motor del barco, ni de su quilla, sino de tapar vías de agua para que no se hunda.
Absolutamente todos los jugadores, excepto Mata, presentan actualmente su peor versión desde que comenzó la Liga. Y la formación 4-3-3 no mejoró ayer (sí lo hizo en la primera parte ante el Numancia) lo visto con el 4-2-3-1 en forma de catecismo que metió al equipo en este agujero.
Ninguna formación, ningún sistema, son buenos cuando el equipo no cree en lo que hace. Y es lo que le pasa al Real Valladolid. Su colapso total le acercó a caer goleado en Albacete. Los fallos manchegos y la fortuna de un autogol le ayudaron a maquillar el resultado. Una sensación que pasa por encima del penalti a Mata o de la ocasión de Villalibre, consuelo de quien quiera hacerse trampas en el solitario.
Luis César compuso de nuevo un once inédito, con Moyano de lateral izquierdo, Calero de central, Anuar y Luismi flanqueando en la medular a Borja, junto a Salvador y Plano de falsos extremos junto a Mata de delantero. El caos fue total, sobre todo defensivo. Los dos goles que marcó Zozulia llegaron por centros de dos defensas (Herrero y Morillas) que subieron sin que nadie les saliese al paso, hecho sumamente difícil en un 4-3-3, con más presencia en los flancos. Casi peor fueron los remates en el área de Zozulia y Dani, ante cuatro y ocho rivales que se lo permitieron, respectivamente. La enésima demostración de un equipo muy mal trabajado en defensa, al que los cambios no dieron más que efervescencia, ante la desesperación que conlleva la incapacidad.