Diario de Valladolid
Publicado por
Guillermo Velasco
Valladolid

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En época de Reconquista, la palabra mágica utilizada en los sueños de un viejo amigo, Valladolid sale del pozo del olvido. Y lo hace de forma directa o indirecta. Directa a través de nuestros equipos de élite. Todos, a excepción del Real Valladolid, empeñado en alargar su estado de agonía en el desierto de Segunda División, han hecho méritos para recuperar el terreno perdido y devolver a la ciudad sus galones de Primera, sus galones de protagonista. El Comercial Ulsa logró el ascenso a LEB-Oro de la forma que quizás mas gusta, épica y en casa con un Pisuerga que congregó a más de 5.000 espectadores, un recuerdo casi olvidado para los románticos de este deporte. El BM Recoletas Atlético Valladolid consolidó su proyecto en la Asobal en su primer año en la categoría. Y lo hizo con un ‘PIB’ ‘made in Valladolid’ y con esa pócima mágica de apostar por la juventud que tantos éxitos dio a Juan Carlos Pastor y «su» ilusionante y comprometido BMValladolid en su primera época, antes de que la locura se apoderara del club con vientos de grandeza construyendo castillos en el aire. El rugby prosiguió su particular camino de gloria y hegemonía aunque en este caso volteando a sus protagonistas, Quesos Entrepinares y SilverStorm El Salvador. El hockey en línea (CPLV), el atletismo (CAV), el BSR y el Valladolid Tenis de mesa también hicieron sus deberes evitando el ahogo por ostracismo, sin duda el peor enemigo.

Pero la ciudad sale del pozo también de forma indirecta a través de ‘vallisoletanos’ en el exilio, ya sea por decisión propia o por exigencias del guión. Si hace unas semanas el ‘orgullo vallisoletano’ multiplicaba a la enésima potencia con el título de la Champions de balonmano logrado por el Vardar macedonio de ‘nuestro’ Raúl González, el pasado fin de semana el baloncesto recogió el testigo. Otros dos de los nuestros, Fernando San Emeterio y Chechu Mulero desafiaron los límites de la lógica al hacerse con el título de campeón de la Liga ACB como jugador y director técnico respectivamente del sorprendente Valencia Basket. El jugador cántabro (de nacimiento, sólo nacimiento) pero vallisoletano a todos los efectos, digan lo que digan, creció y se formó en Maristas, cuando Maristas CB era Maristas, una mina, un filón (in)agotable de jugadores. San Emeterio, Dios de los mortales, el único jugador de la casa que dejó dinero en las arcas del CB Valladolid por su traspaso al por entonces millonario de nuevo y efímero cuño Akasvayu, repitió título siete años después, tras el logrado con el Caja Laboral. Y desde arriba, desde los despachos, el siempre avispado Mulero, puso una pica más en su currículo como mejor director deportivo de la ACB dejando en evidencia a los todopoderosos Real Madrid y Barça. Unos, otros de los nuestros, para sacar pecho y devolver al César lo que es del César.

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