Hombres contra semidioses

La de Huerta del Rey no fue una lucha entre humanos sino de hombres contra semidioses. Como en la mitología griega. Pero el balonmano es realidad, y la moneda que designaba al ganador de este encuentro tenía dos cruces. Como puede deducir, no salió cara.

Llegaba a Valladolid el Barcelona, equipo que llevaba 111 partidos consecutivos sin perder en Liga Asobal. Más de tres temporadas. Y no defraudó. Si esto fuese un videojuego, el Atlético es un tipo de estatura media que intenta evitar ser aplastado por una fila de martillos pilones gigantes que no paran de golpear. Con cadencia. Con certeza. Letales, pero no crueles.

La cantidad y calidad de jugadores del Barça fue demasiado para un Atlético que se estrena en la élite y que recibió por primera vez a uno de los gigantes del balonmano europeo. Aguantó lo que pudo, aunque el resultado fue peor que el del Palau. El 41-35 de la ciudad condal es más ajustado que el 25-38 de ayer.

El comienzo del encuentro aventó la esperanza en la sorpresa. Más por deseo que por lógica, pues la percusión del martillo azulgrana es segura, antes o después. El Atlético aterrizó en el partido brioso y certero. Su rapidez en la circulación de balón encontraba espacios para el chut, en especial de Víctor Rodríguez. Javi Díaz estaba poderoso en los palos y el 3-2 del minuto 5 no era anecdótico.

La diferencia a favor de los locales persistiría hasta el minuto 10. El 6-5 fue la última ventaja de los gladiadores en el partido. El Barcelona se puso en el minuto siguiente por delante 6-7 y ya no perdería la ventaja. El cuadro catalán comenzó haciendo daño por los extremos, con Saubich y Ariño imparables, pero el resto de equipo se apuntó gradualmente a la fiesta. El pivote polaco Syprzak era inabordable con su 2,06 de estatura y planteaba problemas irresolubles cuando la defensa local salía para evitar los tiros de nueve metros.

No le hizo falta al campeón español manejar todo su repertorio. Apenas necesitó disparar desde la primera línea. Lazarov (2), Gallouz y Entrerríos anotaron los cuatro goles desde nueve metros antes del descanso.

En las filas pucelanas no cundió el desánimo ante una remontada que sabían cuestión de tiempo. Los azules jugaban fluido y defendían con inteligencia. Dejaron al Barcelona sin marcar durante más de cinco minutos y en ataque supieron buscar bien al pivote. Los árbitros perdonaron más de un pasivo y una exclusión a los de Xavi Pascual, munición extra que tampoco necesitaban. El primer acto del encuentro se extinguió con un digno 12-17.

La segunda parte demostró que si un equipo es mejor, pero además está más metido en el partido, pasa del dominio a la dictadura. Dos pases perdidos en ataque, con sendas contras del Barça, abrieron el camino de la goleada. Las imprecisiones en los envíos y los disparos reinaban en el Atlético.

Mientras, los azulgrana se lanzaban al suelo, si hacía falta, para rebañar cualquier balón. Pascual tiró de repertorio para sacar a todos sus jugadores, moles que aventajan en muchos centímetros a los vallisoletanos, y así no hay quien pueda aguantar un resultado, aunque sea negativo.

Apareció Rivera para masacrar al contragolpe, Syprzak siguió rebañando balones desde seis metros, y Saubich y Ariño no pararon la manivela. Los goles siguieron cayendo en un correcalles letal para el Atlético, con Dujshebaev como único referente. Y eso que no se quitó del todo de encima su pinta de desgana. Pero ésta no era la guerra de los vallisoletanos. La suya se reanuda el día 25 en Cuenca. Ante mortales.