Diario de Valladolid

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Forjador de futbolistas

Paco Herrera ha impulsado el salto de canteranos al primer equipo en casi todos sus destinos, un acicate para Ángel, Anuar, Jose y Toni / De Paula, Mina, Jonny, Rico y Mesa, algunos de sus éxitos

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Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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Apellidándose Herrera, parece que es más fácil la labor de forjar jugadores. Pero por encima del chiste obvio está un trabajo minucioso y de mucha mayor complicación que la del martillo y el yunque, sin regatear méritos a los maestros y artesanos que dan forma al metal. Porque fraguar futbolistas es cuestión de tiempo, como la agricultura, y de buen ojo, como los agentes de bolsa.

Paco Herrera posee ese don. Allí donde ha entrenado, ha sido capaz de ver lo que otros no ven o perciben más tarde. Su labor de impulsar a jugadores desde el filial hasta el primer equipo ha sido constante. Porque una cosa es alinear de forma esporádica a un jugador que se presume interesante, pero sin darle continuidad, y otra incorporarlo como uno más.

Su primer destino sirvió para mostrar ese don. En el Badajoz, en Segunda, fue capaz de aupar como entrenador y secretario técnico a tres chavales: Óscar de Paula (Real Sociedad), Jesús Perera (Mallorca, Celta) y Sabino (Osasuna) que llegarían a jugar en Primera y como futbolistas importantes en sus equipos.

«Los considero mis hijos, hablo prácticamente todos los días con ellos», reconoce satisfecho Herrera, quien muestra la humildad de quien prioriza la materia prima sobre el cocinado. «Puedo verles algo, alguna actitud, pero los que salen a la superficie son ellos. No invento nada ni me pongo medallas».

Su paso por el Celta supuso la eclosión de la cantera. Su joya de la corona: Santi Mina. Lo hizo debutar en el primer equipo en la temporada 12-13, con 17 años. Fue el último partido de Herrera con los vigueses. Después fue destituido. Pero la semilla estaba regada y abonada. El pasado verano, el atacante fue fichado por el Valencia.

Otro jugador dio con él el salto la misma temporada. Jonathan Castro, conocido como Jonny, fue subido por el técnico catalán con 18 años. El defensa se ha transformado desde entonces en imprescindible en el once celeste. Pero Herrera dejó más poso en Vigo. Iago Aspas y Hugo Mallo son en parte obra suya. «Eusebio fue quien los hizo debutar y es a él a quien hay que reconocerle este buen ojo. El mérito que se me puede atribuir en estos dos casos es el de haberles dado esa continuidad y de haberlos formado». Aspas volvió a Vigo tras pasar por Liverpool y Sevilla, mientras que Mallo es otro de los puntales celtistas.

Su experiencia en Zaragoza fue de gusto acíbar al no conseguir el ascenso, pero impulsó la carrera de algún jugador. Fue el caso de Diego Rico. El defensa había descendido a Tercera con el filial maño la temporada anterior de llegar Herrera, quien desembarcó en la 13-14. Pese a jugar en la cuarta categoría del fútbol español, el míster le vio potencial y lo subió al primer equipo. Jugó 30 partidos. Desde entonces es fijo en las alineaciones y suena para varios equipos necesitados de un lateral izquierdo, incluido alguno de Primera División.

Su última posta fue Las Palmas, club que puede presumir de cantera cuidada y prolífica. Allí Herrera rizó el rizo. Dio continuidad a chavales de edad insultante que amasaron el ascenso a la élite, pero descubrió a jugadores... de 24 y 25 años cuyo verdadero potencial nadie había calibrado. Roque Mesa andaba perdido en el filial amarillo con 24 años, cuando el barcelonés lo rescató para el primer equipo. Ha jugado todo en Segunda y Primera. David Simón vivió a los 25 la misma historia. Del filial a titular en el año de ascenso y el del retorno a la élite.

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